martes, 5 de mayo de 2020

El virus del miedo



Cuenta una anécdota que el gran médico Paracelso se cruzó con la Muerte camino de Roma, mientras se alejaba de la ciudad de Alejandría, en la que había estado cuidando a miles de infestados por la peste. Le preguntó “¿adónde vas?” y la Muerte le contestó que a Alejandría. El médico le recriminó que visitara la ciudad a la que tantos esfuerzos había dedicado y le arrancó una promesa, sólo se llevaría 10.000 almas. Pasado un tiempo, Paracelso regresó a aquella ciudad y en el caminó volvió a cruzarse con la Muerte, quien en su fatídica bolsa llevaba 40.000 almas. “¡No has cumplido con tu promesa!”, le increpó el médico. A lo que la Muerte le contestó en su defensa que ella sólo había matado a diez mil, como le había prometido, los otros treinta mil habían muerto a causa del miedo.
Esta narración está inspirada en hechos reales. Anna Von Hopffgarten, doctora en biología, ha estudiado la influencia del estrés en el sistema inmunitario y las consecuencias negativas son muchas e importantes. El miedo es un gran productor de estrés psicológico. Por el contrario, el buen humor y el optimismo refuerzan la resistencia del cuerpo y protegen de enfermedades a largo plazo. Una psiquis fuerte hace al cuerpo más resistente frente a agentes patógenos.
Esta información contrastada debe ponernos en guardia frente a las corrientes de opinión y manipulaciones informativas que tienen como objetivo infundir y generar miedo entre la población. Esto es una grave irresponsabilidad porque el miedo puede ser un elemento de agravamiento de dolencias que pueden llevar a la muerte, sobre todo, a personas que ya presentan deficiencias en su sistema de defensas. No debemos caer en la insolidaridad de ser transmisores de este virus que es el miedo.
Dice la filósofa y profesora Delia Steinberg que “el miedo es una terrible garra que se cierra sobre los pensamientos, los sentimientos y la voluntad, restándole al ser humano toda posibilidad de acción inteligente. La actividad vital se reduce a defenderse, a escapar de todo, a rehuir responsabilidades…”. Hay que reconocer que todos sentimos miedo. Al futuro, al pasado, a no ser aceptado, a fracasar, a morir, a vivir, y todos hemos experimentado lo que señala la profesora Steinberg. Aceptar esta realidad nos puede ayudar a mantenerlo a raya, impidiendo que nos tiranice.
En cierta medida es bueno sentir miedo porque nos hace ser cautos y no caer en la temeridad. Por otro lado, un poco de miedo nos pone en alerta. Cuando sentimos miedo nuestro cuerpo segrega hormona adrenocorticotropa y epinefrina, un neutrotransmisor. Ambas sustancias químicas causan la generación de cortisol, una hormona que aumenta la presión sanguínea y el azúcar en sangre y suprime el sistema inmunitario. Se trata de aumentar el nivel de energía disponible en caso de tener que reaccionar ante la amenaza.
Así que, cuando controlamos el miedo de tal manera que nos genere una sana tensión, puede ser un aliado, mientras que cuando él nos controla a nosotros se convierte en un enemigo y nos paraliza.
La clave parece estar en encontrar el justo medio entre tensión y parálisis. Cuando lo que vivimos está desconectado de nuestra voluntad el futuro es totalmente incierto y el miedo puede paralizarnos. Cuando los diferentes aspectos de nuestra vida están conectados a nuestra voluntad, el futuro es un camino de desarrollo, en cierta medida incierto, pero con la incertidumbre de la libertad. ¡Es que no hay otra manera de realizarse que en libertad! ¿Cómo se cura el miedo a la libertad? Con responsabilidad. Nuestra vida, nuestro futuro, nuestras obras, son responsabilidad nuestra y de nadie más. Nosotros somos responsables de nuestros errores y también somos responsables de nuestros aciertos. Dicen los técnicos en seguridad personal que la seguridad total no existe y tienen razón. Hay que arriesgarse. Arriesgarse significa que podemos ganar o perder. Pero como me enseñó mi maestro, ¡acaso una vida en la que no perdamos ni ganemos nada merece la pena ser vivida!
El futuro es incierto, nuestras decisiones no. Las circunstancias que nos han tocado vivir no las hemos elegido nosotros, pero sí que depende de nosotros las decisiones que tomamos durante esta situación de pandemia. No nos dejemos llevar por el miedo. Tomemos las decisiones de aplicar medidas de higiene y prevención y caminemos con la cabeza bien erguida porque así también se yerguen nuestras defensas.

Francisco Capacete
Abogado y filósofo




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