Andas buscando tu propia realización persiguiendo fantasmas. Te he visto correr desde hace años tras lucecitas brillantes vacías de luz. ¿Te das cuenta que no has dejado de moverte? Después de tantos años, ¿qué has encontrado en el mundo exterior? Tu respuesta es "nada". Y sigues pasando sed de ti misma.
Al principio creías que la felicidad se encontraría en obtener un título académico, porque las noches de lectura obligatoria y memorización estéril te pesaban como una losa. Cuando aprobaras el último curso de la universidad y obtuvieras tu licenciatura te sentirías, sin lugar a dudas, realizada. Con tribulación prudentemente disfrazada de esperanza, te diste cuenta que el certificado, aun llevando estampada mecánicamente la firma de un rey, no llenaba tu alma.
Emprendiste otra carrera, conseguir un puesto de trabajo y te convenciste de que trabajar en lo que habías estudiado te haría una persona feliz y realizada. Los primeros meses fueron felices, es verdad. ¿te acuerdas con qué ilusión llegabas a la oficina y movías papeles de un lado para otro? ¿Cuánto duró? Ni un año. Al cabo de doscientos sesenta y tres días te descubriste arrastrando penosa y grisamente esos papeles aburridos y fríos, llenos de cifras y letras que iban desprendiéndose de los folios como hojas secas en otoño, llenado la moqueta de macilentas esperanzas.
Al conocerle nació en tu corazón el deseo de fundar una familia. El matrimonio y los hijos marcarían el final de la búsqueda. Seguro que realizarías las aspiraciones más profundas de tu ser a través del amor. Pero ese amor resultó ser pequeño, egoísta y lleno de sinsabores. Una tarde de llovizna lenta tomaste la decisión de sacarle de tu vida antes de llegar siquiera al compromiso marital. Él resultó ser un ladrón de sueños con cuyo botín pretendía construir una fortaleza oscura donde gobernar tiránicamente. Menos mal que lo detectaste a tiempo.
Ahora buscas en la satisfacción de los deseos una pizca de felicidad. Pides limosna en la calle del placer y con cada nuevo intento más grande se hacen tu insatisfacción y tu delirio.
Ha llegado el momento de preguntarte ¿qué hay en ti? Si en todos estos años de búsqueda no has encontrado nada en el exterior, prueba a adentrarte en ti misma. Es posible que aquí, en este lugar tan próximo, encuentres lo que de verdad buscas, lo que te haga feliz. Medita, reflexiona sobre lo que hay en ti...
... tu alma contiene semillas de Alegría que esperan la lluvia de tu optimismo para germinar.
... tu alma lleva semillas de Amor que necesitan el puente de tu comprensión hacia los demás para abrirse al mundo.
... tu alma tiene semillas de Voluntad para que te conquistes a ti misma.
... tu alma lleva consigo la Determinación con la que conquistar tu mundo.
... tu alma es depositaria del Valor con el que vencer los miedos que te paralizan.
... en tu alma anidan las aves de la Inteligencia, para ver desde lo alto y solucionar todos los problemas.
... en ti hay metales preciosos como la Humildad, la Sabiduría, el Entusiasmo, la Bondad, la Amistad, la Templanza.
... Y en tu interior hay una personita idéntica a ti que eres Tu Misma. Cuando la conozcas te habrás realizado. Pero debes vencer el miedo a la soledad con la Mística que dejaste de lado durante tantos años. Siempre sentiste que a tu lado viajaba una diosa, pero no le hiciste mucho caso. Siempre sentiste la necesidad de tener santos momentos de soledad, pero ¡estabas tan ocupada! Siempre quisiste encontrarte pero te perdías en cursillos y talleres. Pon, ahora, en marcha tu mística para, a solas, hacerte amiga de esa diosa que eres Tu. Una diosa radiante como el sol, joven como la primavera, eterna y profunda como el mar.
Has decidido transitar la vereda de tu alma. Has dejado de correr. Caminas serena. Sientes el aroma de una gran alegría interior que roza tu rostro como una brisa marina en una fresca mañana de estío. Has cambiado mucho, ya no eres la misma de antes. Te brilla la mirada, te obedecen tus manos y hasta los tics han desaparecido. Y eso que apenas has comenzado a caminar. ¡Ves qué importante es el camino! No hace falta llegar a la perfección para realizarse. Es mucho más importante encontrar la senda que te lleva a ti misma.
Francisco Capacete. Filósofo y abogado.