Hace pocos días este
medio informaba que la UE ha decido aumentar el gasto de defensa. Según las
fuentes esta decisión viene motivada por el reciente conflicto bélico entre
Rusia y Ucrania. En la misma noticia, un poco más abajo, se informa que las
compras e inversiones militares conjuntas de la UE están a la baja desde 2016 y
muy lejos del objetivo de realizar el 35 % de gasto conjunto. Este dato parece
justificar por sí mismo que la Unión Europea decida gastar más en defensa. Sin
embargo, en una información sesgada que no contempla la totalidad y provoca, en
consecuencia, una opinión interesada. Cuando se manipula la opinión de los
demás con argumentos verosímiles, pero no verdaderos, nos encontramos ante un
sofisma. La agencia de comunicación de la UE nos está queriendo vender la moto.
En realidad, el gasto
militar en el seno de la Unión Europea no ha parado de subir. Alcanzó en 2020
su máximo histórico con 198.000 millones de euros, lo que supone un incremento
del 5 % con respecto a la cifra del anterior, que ya supuso otro récord. Y en
2022 los líderes deciden seguir incrementando el gasto. Me pregunto por qué
razón el servicio de información de la UE ha necesitado disfrazar la decisión
tomada en Versalles. ¿Por qué inserta el dato de que el gasto común decrece?
¿Por qué oculta el dato de que el gasto en defensa militar de cada Estado
miembro no para de crecer? ¡Aquí hay gato encerrado! Vamos a descubrirlo.
En primer lugar, tenemos
que recordar algo de sentido común, si compras algo es para utilizarlo. Si los
países compran armas es con la intención de sacarles un provecho. Los
gobernantes de las grandes potencias no hacen nada por nada, todo tiene un
objetivo y un interés. Ahora bien, ¿cómo y dónde usa la UE los equipamientos
militares que compra cada año si en Europa no hay guerras? Evidentemente, hay
dos usos fundamentales. Uno práctico y directo, como el que se hace en todas
las misiones de “paz” desplegadas en el extranjero. Y otro propagandístico o de
imagen. En este caso, la utilidad reside en la prevención, como si al tener más
armas le estuviéramos diciendo a los potenciales enemigos: “oye, ni se te
ocurra meterte conmigo, mira los juguetitos que me he comprao!”. Este uso
tiene un inconveniente, que esos potenciales enemigos van a averiguar si los
“juguetitos” que te has comprado se han quedado obsoletos o no. De modo que
para que la propaganda sea efectiva, los Estados deben seguir adquiriendo las
novedades del mercado militar. Esta es la razón de que la UE haya aumentado
casi un 200 % su adquisición de naves militares no tripuladas, porque esto es
lo último de lo último.
Vale, hasta aquí todo es
normal. Pero, ¿qué hace la UE con todo el equipamiento militar que queda
anticuado? ¿Lo destruye, lo regala, lo revende? Ante la guerra ruso-ucraniana,
la UE ha decido incrementar la ayuda militar a Ucrania en 1.000 millones, que
se van a sacar del Fondo Europeo en Apoyo de la Paz (FEAP). Este fondo es ya el
colmo de la estafa a los ciudadanos. Resulta que, por ejemplo, si Francia
invierte su equipamiento militar en un conflicto bélico con la intención de
mantener o asegurar la paz, siempre que sea dentro de una decisión conjunta de
la UE, ésta le pagará el coste de todo ese equipamiento. ¿Esto qué significa?
Que los ciudadanos europeos pagamos dos veces por lo mismo, dado que el
presupuesto del FEAP sale de los impuestos que pagamos. O sea, que un Estado
miembro compra armamento con los impuestos de los ciudadanos y de los impuestos
sale el dinero disponible del FEAP. Primero se compran armas y luego nos las
hacen pagar otra vez. O, dicho de otro modo, los Estados miembros se
subvencionan a sí mismos sus juegos de guerra ¿Será esta una manera encubierta
de deshacerse del armamento que va quedando obsoleto? Es muy posible, porque el
equipamiento militar que se invierte en determinados conflictos no es el de
última generación. Esto viene ya de lejos. El gobierno de Aznar donó a
Afganistán 17.000 toneladas de armamento y a día de hoy no se tiene constancia
del tipo de armamento que se donó. El Pentágono ha informado que el material
táctico y militar que EE.UU. donó al gobierno pro-occidental afgano era
obsoleto. España y la UE hicieron un tanto de lo mismo. Al final, ¿quién sale
ganado? Los proveedores de armas, los “señores de la guerra”.
Aún nos queda otra
cuestión. Para que este encaje de bolillos contable funcione tienen que haber
guerras, sin guerras no puede amortizarse el gasto en defensa. Y en la creación
de guerras tan malo es el que la inicia como el que la provoca. Para el
geo-estratega Pedro Baños, Coronel del Ejército de Tierra, la guerra entre
Rusia y Ucrania ha sido una consecuencia de muchos factores, históricos unos,
políticos y económicos otros. Los EE.UU. y la UE han propiciado con sus
movimientos estratégicos en la región la decisión rusa de iniciar un conflicto
bélico. Por su parte, Rusia ha tomado la decisión consciente de entrar en
guerra e invadir Ucrania. Aquí no hay buenos, todos son meretrices de las
grandes corporaciones mercantiles. Y les importa un bledo el sufrimiento de la
gente, las muertes y el dolor inmenso de personas concretas, reales que padecen
indefensos los estragos de una política desvergonzada y sin alma.
¡Qué bien les va la
guerra a los líderes europeos para seguir aumentando sus gastos de defensa!
Francisco Capacete
Escritor y abogado