jueves, 20 de febrero de 2014

¡FUEGO EN EL ALMA!















Giordano Bruno, el Nolano.



Ahora que los fuegos de la violencia queman y matan a miles de personas en todo el mundo, se hace más necesario que nunca avivar ese otro fuego, el del alma, que tiene la virtud de generar vida.
Los griegos antiguos llamáronle "entheos", "entusiasmo", porque era como tener a una divinidad o un genio (daimon) dentro de uno mismo. Los dioses poseían el Fuego, sí, ese Fuego que Prometeo tomó sin permiso para repartirlo entre los hombres. Desde aquel legendario regalo, los seres humanos poseemos conciencia de la vida, de la muerte, del dolor, de la felicidad.
Como suele ocurrir con lo que nos regalan y no nos cuesta ni un céntimo, no somos conscientes del valor de la conciencia.  Tenemos una vida que es un don del universo y disponemos de una conciencia que, si bien es un don de la evolución, también es fruto de una conquista individual. Sin embargo, vida y conciencia se dejan de lado al ocuparnos de cosas útiles que no llevan a nada. El "ignorante homo sapiens" como nos ha llamado Nuccio Ordine,  conoce muchas cosas superficiales e ignora las pocas cosas fundamentales. Sin conciencia del valor de la vida, los seres humanos la arrasan, la queman, la ensucian, en definitiva, la pierden.

 Cosa distinta ocurre cuando la conciencia se amplía e ilumina, tanto nuestro interior, como el mundo en el que vivimos. Todo adquiere un fulgor natural que exalta el alma, haciéndola ascender con alas ligeras hacia lo que de divino hay en todas las cosas y en todos los seres. Cuando, de repente, nos quedamos absortos contemplando una flor o un cuadro o una nube blanca, o cuando, medio perdidos en la nada, estamos a punto de rozar algún misterioso vínculo entre la tierra y el cielo, ¿no es cierto que el tiempo se detiene y experimentamos, aunque sea por unos instantes, la eternidad?
Cuando entregados a un trabajo descubrimos nuestras manos que, acompasadas con la cabeza, realizan el prodigioso acto mágico de crear una obra, ¡qué satisfacción más intensa! Y qué me decís de la belleza inenarrable de los místicos, ¡qué envidia nos da esa mirada entregada plenamente a un amor verdadero!
recordemos al gran filósofo renacentista, Giordano Bruno, llamado el Nolano, entusiasta defensor de la libertad de cátedra y de la búsqueda del conocimiento. Ni las torturas que durante 8 años le infligió la inquisición consiguieron apagar el fuego del alma de Bruno.

Estas experiencias no pueden alcanzarse dedicados a las cosas rutinarias con una conciencia rutinaria. La rutina es enemiga de la vida, como la quietud lo es del viento. La rutina es cansancio de vivir y el que se cansa de vivir ya no puede valorar la vida, ni la suya ni la de los demás. Entonces, para sobrevivir, necesitará de fuegos artificiales: drogas, sexos, lujos, honores, cargos, aplausos, esclavos, etc. La satisfacción de los deseos egoístas, cuesten lo que cuesten, será la única meta de su vida. Y llegará a producir guerras y violencias con tal de no quedarse sin su festín de futilidades sangrientas.

Necesitamos despertar, salir de las rutinas, avivar el fuego interior con la llama del entusiasmo, la sana curiosidad sin fin que conduce al descubrimiento de la hermosa realidad que nos rodea.

Francisco Capacete