jueves, 21 de mayo de 2020

Mi premio nobel de la paz


Sres. académicos:

Es un honor recibir el premio nobel de la paz de manos de la excelentísima Ocasión de Servir y de dirigirme a ustedes en agradecimiento a tal distinción.
“Los seres humanos estamos hechos los unos a causa de los otros”, reflexionaba para sus adentros el insigne emperador Marco Aurelio, recordándose a sí mismo que por esta razón debía o bien soportarlos, o bien instruirlos. La decisión dependía únicamente de él. Aquí radica la bisagra mágica, la toma de decisiones tras una tranquila y pacífica reflexión.
¿Cómo vemos a los demás? ¿Cómo competidores y enemigos o compañeros de ruta? Si nos vemos los unos a los otros como enemigos no tendremos más remedio que sufrirnos. Si nos vemos como miembros de una misma familia o comunidad, nos enseñaremos mutuamente a convivir y aprenderemos esas cosas maravillosas de la edad dorada que el Quijote relataba a su fiel escudero Sancho y a los pastores.
¿Cómo queremos relacionarnos con los demás seres humanos? ¿Con angustia, ira, miedo, recelo, odio, resentimiento? O ¿con amistad, colaboración, solidaridad, compasión, hombro con hombro, devoción, admiración? La elección depende de cada uno de nosotros, de cómo elijamos ver a los demás.
Millones de personas en el mundo hemos elegido mirar con el enfoque inclusivo, con los ojos del compañero –el del alma, como diría Miguel Hernández. Allá donde vayas vas a encontrar una mano amiga. Esta es una realidad contrastada. En mis muchos viajes lo he comprobado y muchos otros amigos y conocidos que han viajado a muchos más lugares que yo, también lo han constatado. Lo que pasa es que el ruido que producen las enemistades y los conflictos –reales e inventados- es tan estruendoso que impide escuchar la música del entendimiento amigable, de la colaboración desinteresada y de las admirables obras benéficas.
Es imperativo informar a la población que la humanidad está ganando la batalla a la inhumanidad, antes de que la desmoralización arraigue en los corazones. Han de sonar los clarines, han de agitarse los estandartes, han de partir los correos hacia todos los horizontes proclamando la situación ventajosa de las huestes del bien. Si cada uno de nosotros, cada día, hace campaña informativa de los actos de servicio que van sucediendo en cada punto del globo, si cada boca habla a cada oído, garantizaremos la victoria sobre la ignorancia y el crimen. Al fin y al cabo, el tirano y el genocida son poderosos en cuanto hacen creer a los pueblos de que lo son. Otra cuestión de enfoque. El enfoque que nosotros hemos elegido y que nos ha hecho merecedor de este premio es el del servicio y no el de la servidumbre.
Así como el sol sale todas las mañanas del mundo, así cada día hay ocasión de servir. La ocasión no viene dada desde afuera de nosotros, sino que la llevamos puesta permanentemente como la piel que vestimos. Servir es dar lo mejor de uno a quienes les pueda beneficiar. Servir es ser útil y ser útil es vivir con conciencia de aporte, de suma, de creación. Cuando servimos depositamos en el mundo algo que antes no estaba. Ese algo, sumado a los muchos algos de todos, son como los bloques de piedra que los canteros medievales labraban para levantar catedrales. Con nuestros actos de servicio construimos templos invisibles a la divina paz.
Tenemos ocasión de servir cuando sonreímos al vecino o al conductor del autobús. Cuando ayudamos a cargar la cesta de la compra y cuando ofrecemos nuestro brazo al anciano que nos ofrece su experiencia. Cuando dedicamos nuestro tiempo a dar de comer a los hambrientos y cuando nos dedicamos a enseñar a los buscan el conocimiento –los otros hambrientos. Tenemos ocasión de servir cuando ahogamos conscientemente esa palabra hiriente que a punto esta de salir de nuestra boca y cuando renunciamos a esa ganancia que es pérdida para otro.
Ocasión de servir es crear arte, ciencia, mística y cultura. Es recrear las tradiciones populares, apoyar la pervivencia de las artesanías y amar la propia tierra si odiar a los que aman otra. Servimos cuando recreamos amor, belleza y pensamiento.
Servimos cuando protegemos al débil, al desfavorecido y al menesteroso. Y servimos cuando nos dejamos ayudar por aquel que está comenzando a dar sus primeros pasos en el servicio, siendo pacientes con sus errores y entusiastas con sus aciertos.
Mas, si servir es dar y no recibir ¿qué ganamos con el servicio? El listado es ganancias es tan largo como las tiras de gasa de las momias egipcias. Recibimos convivencia, lo cual equivale a decir compañía, cercanía, calor, mirada cristalina. Ganamos puertas abiertas, no solo las del corazón, también la de los hogares, pues que la hospitalidad se nutre de buenas intenciones y palabras corteses, esas que te salen espontáneamente cuando sirves. Y cuando las puertas de los corazones de las casas están abiertas, ganamos aldea, pueblo, ciudad.
Ganamos con cada acto de servicio lazos de unión, amarre de almas, encaje de destinos. Cada acción generosa es un hilo de plata que ofrecemos para urdir la sagrada trama de la confraternidad. Y cuando logremos la suficiente urdimbre nos daremos cuenta que los malandrines habrán dejado de serlo, que los menesterosos ya no lo serán más, que las calles rebosarán de alegría y los niños de infancia, que los ancianos compartirán sus sabias lentitudes y los jóvenes sus heroicas alas, que los pesares pesarán menos y las desgracias disfrutarán de compañía, que las fronteras ya no frenarán el paso de los hombres porque la fraternidad se habrá convertido en la bandera universal. ¿Qué más quieres ganar?
Mi premio nobel de la paz no me lo ha concedido ninguna academia, ni tampoco es ningún premio. Es la conciencia de estar haciendo de mi vida un maravilloso acto de servicio.
Francisco Capacete
Filósofo






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