…ese
cuento tan bonito, canta Ismael Serrano, nostálgico de aquella década de los
sesenta, años de protesta, inconformismo, lucha y aventuras con las que se
persiguió un ideal de libertad y justicia. Este cantautor es heredero de
aquellos otros que dieron voz y música a los miles de jóvenes que soñaron con
cambiar el mundo. Aquellos trovadores de la protesta –ahora setentones- y este
joven madrileño comparten una misma nostalgia de lo que pudo haber sido y, sin
embargo, no fue. Berkeley y el mayo francés iniciaron un movimiento
internacional que prometía un nuevo paradigma de sociedad y que, con el paso de
las décadas y la intromisión de las drogas, el sexo y el rock and roll, se
corrompió hasta la médula, convirtiéndose en un mero recuerdo que será solamente
cantado de vez en cuando, siempre en clave derrotista.
¿Quiénes
son los herederos de aquellos que dieron su vida y su juventud en calles,
universidades y cárceles, por destruir una sociedad vieja y caduca? El hecho es
que no ha habido relevo y la causa es que esa sociedad ha caído por sí sola. Ya
no nos sentimos identificados con derrocar tiranos y clichés. Ahora no tenemos
un tirano o dictador visible y los roles sociales han dejado de ser fijos e
inconmovibles; ya no hay nada de nada “por la gracia de Dios”. Como el trabajo
ya está hecho, nos hemos dedicado más cada uno a sí mismo. Individualmente nos
hemos convertido en tiranos egocéntricos y socialmente nos hemos dormido en la
pasividad y el conformismo.
Pero
el trabajo no está terminado. Queda mucho por hacer. Es cierto que el mundo no
es el mismo que hace setenta años y que ahora no es cuestión de derrocar
gobiernos. Ahora es cuestión de terminar con ese pesado conformismo que nos ata
las manos y el corazón. ¡Hay tantos gestos y pequeñas acciones que podríamos
hacer para mejorar el mundo en que vivimos, fáciles de lograr y que no
necesitan ni proyectos ni presupuestos! Ahora no se trata de luchar contra el
capitalismo ni el comunismo. Estos siameses idiotas hace ya tiempo que
perecieron. Lo que no ha desaparecido es la corrupción, la avaricia, la
ceguera, la pasividad, la cobardía, la soberbia y la violencia. ¿Quién va a ir
al frente de esta batalla? Nos damos cuenta que los muchos están dormidos en
terapias y fiestas y los menos arrojan la toalla antes de intentarlo. No
podemos seguir así. ¡No nos durmamos, todavía queda mucho por hacer!
Es
necesario seguir luchando. Nuestra lucha no es la del materialismo histórico,
la de la dialéctica entre opresores y oprimidos, entre los que tienen y los que
no tienen. Nuestra lucha es mucho más universal y no crea bandos, pues si
seguimos separando a los seres humanos en buenos y malos, seguiremos perdiendo
la batalla.
Nuestra
lucha es la de no tirar un papel en la calle, la de ser sensible con esa
persona que sube al bus y necesita sentarse cerca de la puerta de salida, la de
agradecer a quien nos cuida, la de no derrochar, la de compartir con quien
tiene menos, tiene igual o más que uno, la de no abusar del plástico, la de no
abusar de otros seres vivos. Lo importante es seguir luchando, no como lo
imaginó José Ramón Flórez, sino como lo necesita el mundo de hoy, sin bombas ni
metralletas, sin carros de combate ni drones teledirigidos. Tenemos que seguir
luchando limpiando las playas, los aires, las calles y los hogares, pues no
solo se batalla agitando puños o fusiles. También se lucha sonriendo con bondad
de corazón, acompañando con alegría del alma al que siente pesada la carga de
la vida. Se lucha hablando palabras claras y tiernas que ayuden a quienes las
oigan. No olvidemos que se lucha, asimismo, pensando con libertad, construyendo
un propio criterio de vida y reflexionando profundamente quienes somos y cómo
queremos vivir de verdad.
Tenemos
que seguir luchando para que cada vez haya más colegios y que los colegios sean
dignos y no simples barracones; para que cada vez haya mejores hospitales que
dejen de ser casas del horror aséptico despojadas de alma; para que cada vez
haya más bibliotecas en cada vez más barrios; para que los barrios más
desfavorecidos dejen de serlo y en sus calles los niños y los abuelos sean los
únicos criminales porque maten la tristeza y la ignorancia con sus risas y
experiencias.
¡Papá
no me cuentes más cuentos bonitos! Yo quiero ser protagonista de los míos, yo
quiero seguir luchando por un mundo que nos necesita a todos, cada uno en su
puesto, con las manos laboriosas y los corazones encendidos de coraje. Dicen
los sabios de la antigüedad que la vida es como una batalla, en la que si dejas
de luchar estás muerto, mientras que, si te habitúas al esfuerzo cotidiano por
el mejoramiento y la excelencia, dignificas la vida. Es necesario seguir
luchando por vivir, para que vivamos todos lo mejor posible.
Francisco
Capacete González
Filósofo
y escritor