jueves, 6 de abril de 2023

¡QUÉ VIENEN LAS ELECCIONES!

 



  Próximamente, comenzará el circo de las elecciones autonómicas y locales. Ya no sé cuántas llevamos en este último periodo de democracia. He perdido la cuenta porque ni las elecciones ni los periodos legislativos se diferencian unos de otros. Y es una pena porque las elecciones son la piedra angular de un sistema democrático representativo. Vamos a reflexionar un poco sobre este tema con la intención de apoyar un mayor perfeccionamiento del sistema que redunde en una mejor práctica del oficio político.

Lo primero es llamar la atención acerca de cómo los políticos han pervertido la naturaleza de las elecciones. En lugar de informar a la ciudadanía durante el periodo electoral, se dedican a lanzar slogans y promesas. Al repasar las elecciones de los últimos 30 años, detectamos que el slogan más usado por todas las facciones políticas es el del cambio. “Nosotros representamos el cambio” repiten quienes ansían el poder cuando están en la oposición. En segundo lugar, aparece “los otros no son una real alternativa”, que suelen usar los partidos que están en el gobierno. Como en España -igualito que en el resto de Europa- se siguen alternando derechas e izquierdas, aquellos slogans los usan unos y otros indistintamente. “Nosotros somos la voz del pueblo” es otro lema repetido en las campañas electorales.

En lugar de asistir a unas verdaderas elecciones, nos encontramos ante una pantomima que representan unos bufones amaestrados por los asesores de imagen. No sé si usted piensa lo mismo que yo, pero me da vergüenza ajena contemplar el ridículo que hacen los políticos cuando ante las cámaras se ponen a hacer panades, se enfundan el delantal y despachan junto con la pescadera del mercado, hacen como que les interesa muchísimo lo que les explica el operario de la fábrica de quesos, estrechan manos, dan besos y sonríen más en unos pocos días que en los cuatro años anteriores. En realidad, no votamos a unos políticos, sino a unas imágenes retocadas y perfiladas por ordenador. Esas imágenes prometen el oro y el moro y nosotros nos las creemos. El problema es que quien después gobernará y nos representará no será la imagen, sino el político de siempre, el profesional que lleva toda su vida dedicado a la política y que, por consiguiente, seguirá haciendo lo mismo de siempre.

Para que tengamos unas reales elecciones donde podamos elegir libremente, necesitamos información. Los candidatos deberían pasar una auditoría para averiguar si lo que han hecho durante el periodo legislativo se corresponde con lo que prometieron en las anteriores elecciones y, lo más importante, para saber qué han hecho. Por ejemplo, cuánto tiempo han dedicado realmente a gobernar o a trabajar y cuánto tiempo han dedicado a hacerse fotos; dicho de otra manera, cuánto tiempo han pasado en sus despachos trabajando. Me da el pálpito que si se les hiciera una auditoría independiente, ninguno saldría bien parado. Por ejemplo, la Ley 19/2013, de 9 de diciembre, de transparencia, acceso a la información pública y buen gobierno, tiene por objeto la transparencia de la actividad pública, el acceso a la información relativa a aquella actividad y establecer las obligaciones de buen gobierno que deben cumplir los responsables públicos. Han pasado diez años desde su aprobación y ningún partido político la está cumpliendo en su totalidad. Falta mucha transparencia y el acceso a la información pública está llena de obstáculos. Esta ley es fundamental para que los ciudadanos tengamos la información suficiente para tomar nuestras decisiones a la hora de depositar nuestra confianza en las urnas. ¿Creen ustedes que esto es una prioridad para los políticos a la hora de dar a los ciudadanos una real información y, por lo tanto, libertad de cara a las elecciones? Francamente, no.

Para terminar algunos apuntes éticos. Nuestros representantes deben ser un ejemplo exquisito de moral pública puesto que nos representan. Pero esto no les preocupa, se insultan, se gritan, mienten intencionadamente, traicionan a sus partidos para irse con otro e intentar obtener más votos, etc. Cuando se habla de representar al pueblo, los políticos lo que entienden es ir en coches y aviones lujosos, con chófer privado, ser invitados a festines, cenas de gala, inauguraciones, sentarse en preferente en competiciones deportivas, viajar con todos los gastos pagados a ferias internacionales, etc., porque ¡son los “representantes del pueblo”! Pero eso de tener una conducta ética intachable porque representan a los ciudadanos no les interesa, no quieren esforzarse. ¿Saben ustedes por qué? Yo también.

¡A votar, vayamos a votar! Pero ¿a quién, a qué?

 

Francisco Capacete González

Filósofo, abogado y escritor