viernes, 31 de diciembre de 2010

EL BRINDIS DE FIN DE AÑO

Es costumbre inveterada, o sea, desde no sabemos cuando, brindar en Nochevieja para despedir el año que termina y recibir el Nuevo Año. ¿Por qué brindamos? ¿ Qué significa brindar? Más allá del origen germano de la palabra y de las explicaciones neohistoricistas que presentan al brindis como una táctica para saber si la copa está envenenada o no, a mi me gusta más el sentido de ofrecimiento. Brindar es ofrecer, es como la propia palabra lo indica, dar. Cuando brindamos ofrecemos algo, damos algo. Este acto generoso, por sí mismo, ya es hermoso. Además, si lo hacemos al final y al principio de un ciclo -un ciclo anual, por ejemplo-,  no hay mejor manera de terminar y comenzar.

He escuchado a algunos jóvenes que eso del brindis es algo pasado de moda, o bien propio de la aristocracia y de los ambientes de alto nivel socio-económico. Yo les digo desde aquí que la capacidad y la necesidad de ofrecer y dar es propio de todos los seres humanos sin distinción de ninguna clase. Todos necesitamos dar y podemos dar.

Los Pieles Rojas de Norteamérica ofrecían lo mejor de sí mismos compartiendo un poco de tabaco. Los Yanomami del Amazonas brindan con el licor fermentado que preparan ellos mismos con productos de la tierra. Nuestros abuelos, en el campo, deseaban que las cosechas fueran abundantes con un vaso de buen vino. Y todas las culturas y todos los pueblos de la Historia, han instituido pequeñas ceremonias de ofrecimiento de lo mejor de uno mismo compartiendo algo especial.

El brindis es una ocasión especial para exteriorizar y compartir con los demás lo mejor de nosotros mismos, nuestros mejores pensamiento y sentimientos. La verdad, en el ajetreado discurrir por la vida hay pocas oportunidades de compartir, en directo, sentimientos y pensamientos bellos y sinceros. Y las pocas oportunidades, a veces se pierden a causa de la timidez o el egocentrismo. Sí, ese egocentrismo egoísta de no compartir lo que se piensa porque " total, si los demás no lo van a apreciar!". De tal modo que si asistís a un brindis, no desaprovechéis la ocasión y si os toca brindar, ofrecer lo mejor de vosotros, pero desde la conciencia. No enturbiéis vuestros sentimientos y pensamientos con la vanidad de querer quedar bien ante los demás. Sencillamente compartir, dar, ofrecer, que en ello ya hay valor: el valor de la convivencia y de la unión.

Brindar no es cuestión de oratoria. No hace falta hablar como Demóstenes o Mahoma, de quien dicen que tenía una oratoria fascinante. Sólo hay que atreverse a poner el corazón en las palabras que digamos. Si así lo hacemos, nuestro brindis no será un discurso, sino un auténtico regalo.

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