Voy siguiendo en las
noticias la decadencia del Real Club Deportivo Mallorca y, si bien no soy
entendido en fútbol –en realidad no soy entendido en casi nada- le ocurre a
este club deportivo lo mismo que a la Mallorca en la que vivimos. El
paralelismo es asombroso y no pienso que sea mera coincidencia.
La crisis del Mallorca comenzó con
una serie de discusiones entre los directivos de la sociedad anónima que
gestiona el club. Las luchas fraticidas entre los diversos frentes que integran
la casta de los dirigentes, Claassen, Serra, Coca, Terrasa, Cerdà, Cladera, etc.,
tenían como objetivo poner al próximo “rey” que cortara el pastel. Y esta falta de unión, este mirar por el
propio interés (el de su casta o paquete accionarial) en lugar del interés del
club, marcó una decadencia que contaminó a todos los demás estratos del club,
entrenadores, jugadores, peñas, seguidores,… A día de hoy, la caída sigue
imparable.
La sociedad en la que vivimos sufre una decadencia muy parecida. La lucha
por interés y provecho personal entre las clases dirigentes ha causado una
decadencia que todavía hoy parece imparable. Los casos del hospital de Son
Espases, el palacio de congresos, “Maquillaje”, “Picnic”, “Peaje”, son algunos
pelotazos en los que los intereses partidistas han primado sobre el interés y
el sentido común. Pero a ese enfrentamiento se le ha sumado la rapiña de otros
tantos, ¡cuántos han arramblado con dinero público en beneficio exclusivo de
sus haciendas! Repasemos los casos de corrupción a nivel político: Nadal,
Munar, Matas, Hidalgo, Massot, Vicens, Buils, Vidal, Gálvez, Ordinas, Cardona,
de Santos, Pascual, Aguiar, Collado, Delgado, Llompart, Rebassa, Rabasco, etc…
A lo que hay que sumar el funesto ejemplo que dan los mandamases, cuando en
tiempos de recortes se suben el sueldo o de aquellos que dijeron “sí” a las
prospecciones petrolíferas y ahora dicen “no”.
Todos estos casos en las altas
barriobajeras instancias son un ejemplo, obviamente negativo, que contamina la
mentalidad de la sociedad en la que, inevitablemente, se expanden las prácticas
corruptas en el ámbito privado. No es que nos merezcamos a los políticos que
tenemos. No estoy en absoluto de acuerdo con esta frase hecha. Los políticos
son los primeros responsables de que la sociedad ansíe la egoísta avaricia a la
generosa colaboración en pro del provecho de todos.
Francisco Capacete (filósofo y abogado)
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