viernes, 25 de abril de 2014

¿CÓMO SABEN LAS HORMIGAS QUE NO VA A LLOVER?

         
   
    
            La semana había transcurrido con un tiempo inestable, alternándose los días lluviosos con los soleados y, a pesar de las predicciones de los medios de comunicación, dudaba si salir a la calle con chubasquero o en mangas de camisa. Por eso me llamó la atención, esa clara mañana que salí a correr por el campo, que las hormigas sacarán al exterior sus depósitos de grano y tierra para airearlos y secarlos. Pensé “¡si vuelve a llover no tendrán tiempo de proteger su reserva invernal de alimento y abono!”. Pero ese día no llovió ni el siguiente. Recordé que las previsiones meteorológicas para ese día eran lluvias y tormentas. Así que por la noche comencé a reflexionar cómo pueden saber las hormigas que no va a llover. Busqué en los libros de entomología y mirmecología para encontrar la respuesta al “cómo” y solo encontré vagas hipótesis respecto a la humedad ambiente y al infalible instinto. Ninguna respuesta satisfizo mi necesidad de conocimiento y terminé por concluir que los científicos ignoran cómo saben las hormigas que no va a llover.

            Este detalle sin importancia refleja una ignorancia disfrazada de conocimiento respecto a los temas fundamentales de la naturaleza y del ser humano. Se cree saber casi todo cuando en realidad son más las hipótesis y las dudas que las certezas. Es verdad que la ciencia ha descubierto muchos mecanismos que explican cómo funcionan los seres vivos, pero en las cuestiones esenciales todavía no tenemos respuestas claras ni definitivas, de modo que a pesar del avance de las ciencias ignoramos muchísimas cosas. Este artículo es un alegato de la ignorancia como punto de base del espíritu  filosófico.

            A pesar de cuanto se escribe y se enseña en las aulas, los científicos todavía no saben qué es la conciencia. Si buscamos en los tratados de neurociencias y psicología vamos a encontrarnos con definiciones que no explican o definen certeramente la conciencia. Son aproximaciones. Declara el doctor en Neuropsicología Francisco Javier Álvarez Leefmans que la conciencia “es al mismo tiempo la más obvia y las más enigmática de las funciones mentales (…) Cualquier definición de la conciencia en el momento actual no puede más que un carácter preliminar y por ende provisional” (La última frontera de la neurociencia, 2002).

            A la conciencia se la relaciona con la mente y la capacidad de pensamiento abstracto, pero al investigar qué es la mente nos encontramos que ni los científicos ni los psicólogos ofrecen una respuesta satisfactoria. La mayoría de investigadores afirman que la mente es el cerebro. Esta afirmación se topa con un problema y es que tal y como explicó Rafael Yuste (neurobiólogo, formado en la Universidad Autónoma de Madrid) al periódico Perfil en 2013, “El cerebro es la única parte del cuerpo humano que no conocemos cómo funciona, a pesar de que llevamos trabajando en ello un siglo. La razón por la cual es tan desconocido es porque se trata de un sistema muy complejo. Es, quizás, el trozo de materia más complejo del Universo. Tiene 100 mil millones de neuronas con diez mil conexiones cada una”. Si se desconoce cómo funciona el cerebro y todavía más se desconoce qué es la mente, ¿cómo se puede afirmar que la mente es el cerebro? No hay suficientes datos como para identificar o ubicar la mente en el cerebro. De modo que desconocemos cómo funciona el cerebro.

Los biólogos nos hablan de los seres vivos y sus mecanismos de supervivencia. La Bioquímica describe los procesos metabólicos y otros con exactitud, mas el fundamento de todo ello, la “Vida” sigue inexplicada. Todavía no se sabe cómo apareció la vida en la Tierra. Prueba de ello son las numerosas teorías que hay al respecto, Teoría de la panspermia, Teoría de los principios simples, Hipótesis del mundo de ARN, Teoría glacial, Teoría de fuente hidrotermal, etc.

¿Cómo se inició el universo? ¿Cuándo y cómo apareció el hombre? ¿Qué partícula o energía ordena el universo? ¿Quién soy yo? ¿Qué son los Ángeles y demás seres que citan los mitos y leyendas de todos los pueblos? ¿Por qué el agua a la que se le añade tela de araña cura determinadas enfermedades de los caballos? ¿Por qué un collar de siete ajos cura las lombrices estomacales? Estas y muchas más preguntas permanecen sin responder por la moderna ciencia. Pareciera que los métodos que usa la ciencia actual no dan más de sí, porque a pesar de todos los experimentos efectuados, no se ha podido encontrar respuesta a los temas fundamentales como los reseñados en este breve artículo.

Durante tres siglos y medio se ha empleado el método empírico para investigar y parece que ha llegado la hora de reflexionar sobre su validez como método universal. Tal vez, sea el momento para que los filósofos de la ciencia se atrevan a dar un paso adelante y descubran un nuevo método de investigación que permita dar respuesta a las incógnitas actuales. Ese nuevo método deberá ser coherente con el nuevo enfoque de la naturaleza que se está gestando en la llamada “nueva ciencia”.


Francisco Capacete González
Filósofo y abogado




miércoles, 23 de abril de 2014

COSAS DE SIEMPRE






¿Cuántas veces, a lo largo de la historia, habrán escrito los hombres sobre las mismas cosas? ¿Cuántos escritores han puesto en palabras el amor, la amistad, el desdén, la furia, la guerra, la pasión? ¿Cuántas anónimas personas han escrito sobre la familia, la política, el dinero, la libertad, la razón?


 Miles, decenas de miles, millones de manos han dejado en el papel el rastro de los temas perennes. Miles de entre los babilonios, lo hicieron con el cálamo en las tabletas de arcilla. Escribieron en base a nudos centenares de cuenteros e historiadores incas. Los íberos sobre planchas de hierro y los egipcios en la dura piedra con el cincel. 
Los medios han variado de manera sorprendente desde la simple ralladura en el hueso del mamut hasta la precisa computadora. Mas, los temas siguen siendo los mismos. Así, los seres humanos hemos cambiado muchísimo en la forma de vestir, de comer, de bailar y de morir, pero en lo esencial mantenemos las mismas profundas inquietudes: sobresalir, ayudar, crecer, compartir, luchar, competir, amar, convivir...
Llama poderosamente la atención que sigamos girando alrededor de las mismas cosas. Es como si no hubiera nada nuevo bajo el sol para el hombre. Pareciera que los cambios son como la arena del desierto que se lleva el viento, mientras que las inquietudes más profundas, como las dunas, aunque varíen de aspecto, siguen siempre ahí. Siddharta Gautama, el Buda, enseñó hace 2.500 años que todo ser humano sufre por la enfermedad, la vejez y la muerte. Jesús, el de Nazareth, mostró cómo se pierden las inveteradas costumbres por causa de la avaricia. Confucio de Lu insistía en que la ética y la política deben ir juntas. Y Platón de Atenas, en páginas memorables, escribió que el peor de los gobiernos es el del tirano. Sus enseñanzas e ideas siguen vigentes a pesar del tiempo transcurrido. No han pasado de moda, no han quedado desfasadas, no han perdido ni un ápice de su frescor ¡Preciosas flores inmarcesibles! ¡Qué de buenos consejos, qué de precisas ideas, qué de profundas reflexiones tenemos a nuestro alcance!
También se ha escrito hasta la saciedad sobre la guerra.
Zweig describió la pasmosa sorpresa que causó el estallido de la Primera Guerra Mundial y defendió la paz a ultranza. Cervantes sufrió en sus carnes la guerra marítima de Lepanto y conservó la memoria de la guerra honorífica de los caballeros andantes, mucho más beneficiosa que el  sanguinario enfrentamiento de tropas. La Bhagavad Gîta de la milenaria India narra cómo es preferible la guerra con uno mismo a la guerra contra los demás. Víctor Frankl testimonió las consecuencias de la locura del exterminio. Miles de páginas se han llenado con los horrores de las guerras sin sentido.
La guerra, uno de esos temas de siempre. La guerra ha sido proscrita y denunciada como uno de los mayores males de la humanidad por todos los prohombres. Y, sin embargo, ahí llega otra vez la amenaza de la guerra: los países de la OTAN y Rusia enfrentados por el dominio de Ucrania. Justo cuando se cumplen 100 años del inicio de la Gran Guerra, los gobernantes, haciendo gala de una supina ignorancia histórica, de un nulo sentido común y de una total insensibilidad moral, parecen empeñados en caer en el mismo error que hace un siglo. ¿Es que no saben sentarse a dialogar? ¿Es que se ha perdido el milenario arte de la Diplomacia? ¿Por qué en la era de las comunicaciones no se comunican?
¡Escuchen por favor! ¡Se ha dicho millones de veces! ¡La guerra es un crimen de lesa humanidad! ¡No lo vuelvan a cometer!

Francisco Capacete
Filósofo y abogado 

miércoles, 16 de abril de 2014

CORAZÓN-CONCIENCIA




                Hace unos cuantos años aprendí de un viejo egiptólogo qué significaba para los egipcios de la Antigüedad actuar con el corazón. Me fascinó tanto que, desde aquel día, he investigado esta idea y la he puesto en práctica cada vez con más entusiasmo. Al aplicarlo y comprobar qué se experimenta, caí en la consideración de que estaba haciendo arqueología viva, porque había rescatado una idea de la antigüedad y le había dado nueva vida. Escribo estas líneas con la esperanza que aquella mágica civilización renazca en el corazón de esta que muere cada día más rápido.
                 
                Como bien dice José Carlos Fernández “Según los Iniciados egipcios, el corazón es el asiento de la conciencia moral, el trono donde mora el dios interno del hombre. Como toda sangre es impulsada por el corazón y a él vuelve, toda vida deja su huella en el corazón. Los egipcios lo representaron por una vasija donde se hallaba la esencia de las experiencias vividas. En el “Peso del Corazón del Difunto”, es lo que se pesa en uno de los platillos de la balanza (y en el otro la pluma de la Verdad, Maat). Es necesario para superar esta prueba un corazón de fuego que reduzca a cenizas las acciones”.

                El verdadero corazón de un hombre, lo que lo humaniza y lo describe profundamente es la conciencia moral. Ésta se refleja en las acciones, pero no en una o dos, sino en la trayectoria de las acciones a lo largo de la vida. Una persona pérfida o envidiosa, podrá disfrazar durante un tiempo su carácter, pero tarde o temprano se desvelará. Una persona buena y justa podrá cometer errores, pero su sello tendrá el grabado de la prudencia.

                Por esta razón, jamás he juzgado a una persona ni a mi mismo por una conducta aislada. Esto me ha dado paciencia suficiente para darle tiempo al verdadero conocimiento de la gente. Para valorar a uno mismo o a otro, debemos conocernos y conocerlo. ¿Cuánto se tarda en conocer suficientemente bien a un hombre? Años, muchos años. Por lo tanto, hasta que no pasan varios años de convivencia no es posible valorar bien ni mucho menos juzgar con sensatez a las personas. Conocer bien a alguien es, para los egipcios antiguos, conocer su corazón-conciencia.

                El corazón-conciencia es “ese otro yo” que nos acompaña y que se da cuenta de todo lo que pensamos, de todo lo que sentimos y de todo lo que hacemos. A este “nosotros mismos” que llevamos siempre como compañero, no le podemos ocultar nada. Ese “otro yo”, muchas veces nos sopla al oído del alma lo que es correcto y lo que no. Cuando le hacemos caso estamos bien con nosotros mismos; cuando no le hacemos caso nos sentimos mal con nosotros mismos.

                El filósofo ateniense Sócrates le llamó daimon (=genio). Decía Sócrates que él tenía un genio que le advertía cada vez que iba a hacer o decir algo incorrecto o inmoral. En la filosofía del Tíbet le llaman la “Voz del Silencio”. En el esoterismo indo manas, en la cultura occidental la “voz de la conciencia”. Son diferentes nombres para referirse a una realidad interior y real.

                Cuando vivimos desde nuestro corazón-conciencia encontramos serenidad porque somos sinceros. Desarrollamos integridad y autenticidad porque no llevamos una doble vida moral. Nos volvemos eficaces porque actuamos con conciencia. Y mantenemos un buen humor porque desde dentro muchas de las situaciones estresantes y dolorosas que nos acucian, pierden gran parte de su carácter trágico.
               
                Algunas enseñanzas del visir Ptahotep sobre el corazón-conciencia:
“Para un hombre su corazón es vida, salud y prosperidad” (Ankh-Oudjat-Seneb).
“Sólo puede mandar aquel que llega al corazón”.
“Llega al corazón aquel cuyas palabras no giran egoístamente en torno a sí”.

“Quien obedece a su corazón estará en orden”.

Francisco Capacete
Filósofo y abogado

martes, 8 de abril de 2014

QUIEN PARTE Y REPARTE SE LLEVA LA MEJOR PARTE



Los expertos estiman que llevamos en torno a los 121.000 millones de euros de recortes en Sanidad, Educación, Servicios Sociales y Pensiones.  Bruselas ha impuesto a España que durante el 2014 recorte unos 28.000 millones de euros más para reducir el déficit público. Si no lo hacemos nos iremos acercando poco a poco a la quiebra.
¿Alguien sabe por qué se ha llegado a tal nivel de déficit público? ¿Quién o quiénes han ido decidiendo gastar más de lo que se tenía? Nadie lo sabe. Nadie informa de las decisiones mal tomadas, de los errores, porque obviamente la política de gasto público ha sido irreal y se han tomado decisiones equivocadas. Sí, pero ¿quién?
¿Alguien conoce a esos dirigentes políticos concretos que nos han conducido a la quiebra? Deberíamos saberlo para poder pedir que asuma sus responsabilidades. Unos dirán que han sido los que gobernaban antes y otros dirán que esto lo han provocado  los que gobiernan ahora. Ambas opiniones tienen algo de razón: han sido políticos de antes y políticos de ahora.
En España hay casi 80.000 personas dedicadas profesionalmente a la política que nos cuestan unos 720 millones de euros al año. En España circulan más de 22.000 coches oficiales, algunos de estos vehículos son de lujo y su precio supera los 100.000 euros. Un español tiene una pensión máxima de 32.000 euros anuales, pero los políticos tienen derecho a pensiones vitalicias muy superiores: 74.000 euros en el caso de los cargos más importantes. Además, estas pensiones no son incompatibles con otros sueldos de la Administración o con otras actividades económicas. Los expresidentes de gobierno tienen asignados unos 15.000 euros anuales para gastos de oficina, atenciones de carácter social y alquileres de inmuebles y, desde 2008 pueden convertirse en consejeros natos y vitalicios del Consejo de Estado y cobrar por ello.
Además, Felipe González, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero -a los que se sumará Mariano Rajoy-, perciben una pensión de alrededor de 80.000 euros al año cada uno que pueden compatibilizar con los ingresos y rendimientos que obtengan como consejeros o asesores de empresas privadas u otros derechos de contenido patrimonial. Y esto no es todo… dejo en el tintero multitud de privilegios de los políticos que suponen un gasto para las arcas públicas.
Los responsables de la quiebra económica del estado español están entre estos privilegiados. Lo primero que deberían haber hecho los políticos, antes de recortar en sanidad, educación y salarios de los funcionarios, es rebajarse sus sueldos astronómicos y sus gastos inútiles, más propios de estrellas de Hollywood que de servidores públicos. Dar ejemplo antes de pedir un sacrificio más a los ciudadanos. Ellos que viven de los gestos fatuos, se les olvidó el gran gesto útil: aplicarse la medicina de la rebaja salarial.
Se puede ahorrar muchísimo recortando gastos de la clase política. Pero cada vez que se levanta una voz aconsejando recortes en las remuneraciones de los políticos, estos -todos a una, como en Fuenteovejuna-, corean la misma canción: ¡es tanto lo que hay que recortar y tan poco lo que se ahorraría rebajando las prebendas políticas que no merece la pena! Y si, por un instante, descendiendo de su divino pedestal pensaran de la siguiente manera: por muy poco que suponga respecto al gasto total, los recortes de sus sueldos, dietas y pensiones evitarán que muchísimas familias pasen dificultades económicas, permitirán  conceder más ayudas a la dependencia, etc. ¿Qué tienen que responder a esto? ¿Quieren solidarizarse o quieren seguir ordeñando para su propio beneficio a la enclenque vaca nacional?
Francisco Capacete
Filósofo y abogado

miércoles, 2 de abril de 2014

¡DÓNDE ESTÁN LOS RESPONSABLES!








¿Cuánto nos ha costado la fallida recogida neumática de basuras a los palmesanos? unos 20 millones de euros. ¿Cuánto nos va a costar la fallida construcción del palacio de congresos de Palma? Se calcula que 34 millones de euros, que es lo que queda por pagar de la construcción, más 580.000 euros mensuales por cada mes que reste paralizada la construcción. A lo que hay que sumar los intereses a los bancos. Si tenemos en cuenta que el total de los presupuestos para el 2014 del Ayuntamiento de Palma son 381.174.157 euros, me pregunto ¿de dónde van a recortar para cubrir los gastos no presupuestados anteriores? Ya podemos adivinarlo, servicios sociales, subvenciones culturales, educación, sanidad, etc. Lo que no se tocarán serán los sueldos y dietas de los políticos municipales. Pero, ¿quiénes son los responsables de  los gastos extraordinarios de la recogida de basuras y el palacio de congresos?
Vayamos por partes.
¿Quién ha decidido no arreglar la recogida neumática de basuras? ¿Quién ha decidido demandar a la empresa instaladora en lugar de arreglar el sistema automático? ¿Quién es el responsable de que los ciudadanos tengamos que sacrificarnos más de lo sensato? No podemos dejar de pedir responsabilidades y el responsable debe indemnizar a los ciudadanos de Palma. Obviamente, el responsable se encuentra entre los gestores de la municipalidad. Y quiénes son estos, los integrantes del Pleno del Ayuntamiento. Y, de entre todos los concejales, ¿quién o quiénes decidieron contratar la recogida neumática de basuras? Su decisión no ha sido acertada y ha producido gravísimos perjuicios a la ciudadanía. Por lo tanto, en justicia, debe asumir su responsabilidad e indemnizarnos con su propio patrimonio.
¿Quién o quiénes decidieron construir un palacio de congresos en plena crisis económica? El que lo haya decidido ha metido la pata hasta el fondo y debe pagar su equivocación.
Lo que no puede ser en una democracia es que cualquier ciudadano deba pagar sus actos irresponsables, como por ejemplo, las tasas de una construcción ilegal, y los políticos no paguen ni un céntimo por una decisión irresponsable.
¿Se puede presentar una demanda judicial contra los políticos responsables de aquellos fallos? Sí, claro. Y, con los datos de que se dispone, habría muchas posibilidades de que la demanda prosperara. Pero nadie lo va a hacer. Y los gastos irresponsable continuarán.
Este país necesita una profunda renovación de la clase política. No un lavado de imagen, sino una sustitución por nuevos políticos comprometidos, éticos, austeros, generosos, imparciales y, por encima de todo, sensatos. Si no, los que tenemos hoy van a terminar por llevar el país a la quiebra.
¡Dónde están los responsables!
Francisco Capacete
Abogado y filósofo