“Hijo, si algo no sirve
tíralo a la basura, ¡pero que no se entere tu madre!”. Tengo la gran fortuna de
haber aprendido de mis padres verdaderas lecciones de vida. Ellos no pudieron
ir a la escuela porque su infancia transcurrió durante la post-guerra. Sus
recuerdos no son de un patio pero sí de Sevilla. No eran aficionados a la
lectura de los clásicos ni de los modernos, porque con lo de todos los días ya
tenían bastante. Trabajar, cuidar del hogar, cultivar cuatro habas y unos
tomates, sacar adelante a la familia, fueron sus libros de lectura obligada en
la gran biblioteca de la vida. No sé si aprendieron mucho o poco de la vida,
pero lo que aprendieron tenía el brillo refulgente de lo sensato. Y ellos nos
inculcaron a todos los hermanos prudencia, honestidad, disciplina y veracidad.
En cierta ocasión en que
le mostré a mi padre la pata de una mesa que ya no teníamos y que había
encontrado en el trastero, me dijo lo que he escrito al inicio de este
artículo. Aprendí muchas cosas de lo que me dijo y sigo aprendiendo cada vez
que me paro a reflexionar sobre ello. Por ejemplo, los seres humanos tendemos a
ser conservadores o progresistas, unos miran hacia el pasado con nostalgia y no
quieren deshacerse de él y otros miran con esperanza hacia el mañana deseando
liberarse de los pesos inútiles del ayer. Mi madre, ¡válgame dios!, era
conservadora, no quería que tirásemos nada porque, como decía siempre, no se
sabe si lo necesitaremos. Y así veíamos con estupefacción como en casa se
acumulaban materiales, ropas, enseres, cacharros y abalorios, sin más utilidad
que servir de tranquilizante para mi madre.
A nivel político, ¡válgame el señor!, somos
tremendamente conservadores, incluso más que mi bendita madre, porque sabemos a
ciencia cierta que los políticos actuales ya no sirven y sin embargo, les
votamos y les mantenemos en el poder para tranquilizarnos ante un incierto
futuro que no sabemos cómo será. ¿Por qué afirmo tajantemente que los políticos
ya no sirven? Los argumentos son muchos y variados. Citaré unos pocos para no
cansar a vuecencia. A día de hoy siguen sin solucionarse problemas graves como
las listas de espera en los hospitales públicos, la lentitud e inoperancia de
la administración de justicia por la falta de medios, la insuficiencia de
colegios y universidades para dar cabida a todos los niños y jóvenes que
deben/quieren estudiar, le reforma de la ley electoral que es tremendamente
injusta, etc. Estos temas los venimos arrastrando desde que comenzamos la
democracia en España. Esto significa que los gobernantes y demás políticos no
han sido capaces de solucionarlos tras más de 40 años. Si un auditor hiciera un
profundo análisis de la situación de la “empresa” en la que estamos todos
contratados, nos informaría que los representantes que hemos ido eligiendo para
solucionar todos nuestros problemas no son útiles, no sirven. Mas, ahí no acaba
la cosa…
Si no teníamos bastante
con el triste espectáculo de la corrupción política y la falta de
responsabilidad mostrada en los años de la crisis al no haberse rebajado el
sueldo, renunciado a dietas y demás prebendas –hay que decir en honor de la
verdad que algunos parlamentos y ayuntamientos rebajaron el sueldo un 1% y
otros no se aplicaron ninguna subida salarial-, mientras una gran mayoría de
ciudadanos debíamos tragar amargo y escupir dulce, ahora se le añade la
incapacidad para ponerse de acuerdo y formar gobierno, arrastrando al país a
otras elecciones. Las elecciones generan gasto público, es decir, se sufragan
en gran parte con los impuesto que pagamos todos. Repetir en estos momentos
unas elecciones es una tremenda irresponsabilidad. La UE ha anunciado que va a
multar a España por haber sobrepasado y sobrepasar a corto plazo el déficit
público máximo fijado. Es verdad que el gasto público, cuando se aplica a inversiones,
puede ayudar a rebajar el déficit, pero en nuestro país los responsables de la
economía nunca han sabido hacerlo de este modo.
Ante tal coyuntura, ¿qué
hacer? Pienso sinceramente que no deberíamos votar a los políticos en las
próximas elecciones. Creo necesario aplicar un castigo corrector ejemplar y no
acudir a las urnas. Es el único medio que tenemos los ciudadanos para decirles
de manera inequívoca que estamos hartos de su inoperancia, de su lentitud de
reflejos, de sus favoritismos, de su partidismo ciego y de dejar al ciudadano
en la cuneta demasiadas veces –léase afectados talidomida. El voto es un
derecho político fundamental. Podemos usarlo como creamos más conveniente.
Podemos ejercer una especie de objeción de conciencia y usar de nuestro derecho
no acudiendo a depositar papeleta alguna. ¿Qué ocurriría
si la abstención alcanzara el 80%? No lo sabemos porque nunca nos hemos
encontrado ante tal circunstancia. Lo único que sé es que los políticos se
llevarían un buen varapalo, una clara advertencia, un ERE justificado.
Sí, lo que no sirve mejor tirarlo a la basura, sobre todo cuando hasta
el reciclaje es inútil. ¡Qué razón tenía mi padre!
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