En la 79ª sesión plenaria de la Asamblea de las
Naciones Unidas, celebrada el 15 de diciembre de 1999, se decidió que
se realizaran los arreglos pertinentes para la observancia internacional del
Día de Vesak o Wesak en la Sede de las Naciones Unidas y otras oficinas de las
Naciones Unidas, en reconocimiento de que el día del plenilunio del mes de mayo
de cada año es el día más sagrado para los budistas, que conmemoran en esa
fecha el nacimiento de Buda, su iluminación y su desencarnación. Esta decisión
constituye, según la Asamblea, un homenaje a la contribución que el budismo,
una de las religiones más antiguas del mundo, ha aportado durante más de dos
milenios y medio y continúa aportando a la espiritualidad de la humanidad. Así,
cada 20 de mayo, se dedica a recordar y reconocer el valor de las enseñanzas
que Siddharta Gautama, el Buda, aportó a la humanidad.
Este
reconocimiento es merecido por muchas razones. No existe religión en el mundo
que pueda decir que no ha provocado derramamiento de sangre ni persecuciones,
excepto el budismo. Es más, grandes gobernantes abandonaron la lucha y la
violencia tras aceptar el budismo como religión personal, como fue el caso de
Asoka. Tras 2.500 años de existencia, todavía hoy continúa siendo una vía de
realización mística para millones de personas en el mundo. Además de poseer una
faceta religiosa, presenta características filosóficas, ofreciendo una
posibilidad de comprensión del sentido de la vida y una manera de vivir en base
a las propias convicciones éticas. Por otro lado, el arte sacro budista, es un
tesoro que engrandece el patrimonio de la humanidad; la fabulosa escultura del
Buda de Kamakura, representando al Amida Buda, es uno de los miles de ejemplos.
Sin
embargo, las tradiciones espirituales, los valores éticos y las ideas
filosóficas del Budismo siguen siendo grandes desconocidas en Occidente. Por
ejemplo, en las facultades de filosofía de España no se enseña la filosofía del
Buda, como parte del programa oficial de estudios/créditos. Otro ejemplo, es el
desconocimiento casi absoluto del Wesak, tan importante en el budismo como la
ascensión de Jesús en el cristianismo (también tiene lugar su celebración en el
mes de mayo).
La
palabra “Wesak” o “Waisakh” en sánscrito corresponde con el mes de mayo o,
mejor dicho, a la luna llena de Tauro en la que, según la tradición, se dieron
los principales eventos de la vida de Gautama Buddha: el nacimiento, la
iluminación y la muerte o desencarnación. Por esta razón el plenilunio de mayo
viene siendo considerado un día particularmente solemne, celebrado por los
budistas de todas las escuelas. Se cree que durante ese día, las influencias
espirituales o divinas del Buda descienden benéficamente sobre el mundo,
activando positivamente las conciencias a favor del amor, la fraternidad y la
unión de todos los seres humanos. De la misma forma, Jesús el Cristo, ascendió
a los cielos tras anunciarles a sus discípulos que les enviaría el Espíritu
Santo. Y la celebración de la Ascensión en el cristianismo mantiene ese mismo
mensaje.
Lógicamente,
si una persona no cree en ello y no dirige siquiera un pensamiento a esa
influencia poco le aprovechará, tal como el sol de la mañana no puede
beneficiar a quien no ha abierto todavía las persianas de su cuarto. Por el
contrario, aquel que dedica unos minutos a recordar el valor de ese día,
recibirá una ráfaga de satisfacción interior. Las ceremonias y celebraciones
que tienen lugar en el ámbito budista y, cada vez más, en otros foros, tienen
como finalidad recoger de manera más consciente el mensaje interior del Nacido
del Loto.
Aunque
parezca lo contrario, las diferentes religiones del mundo mantienen unos estrechos
lazos de familiaridad. Recordemos que el viaje
nocturno a Jerusalén y la ascensión hasta el séptimo cielo de Mahoma se celebra
como un hecho extraordinario en el Islam y, si bien no coincide con la muerte
del Profeta, es un viaje de ida y vuelta del mensaje de Alá, como en el wesak
budista y la ascensión cristiana. Los puntos de unión y coincidencia entre las
religiones son mucho más numerosos que las divergencias. Un mismo espíritu las
anima, un espíritu de bondad y amor vertebrado en la divinidad.
Por eso, la decisión de la ONU es un paso más hacia la concordia
porque facilita un poco más el conocimiento de las diferentes religiones y el
encuentro de todos los seres humanos en torno a un ideal de fraternidad.
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