En muchos libros de historia y de
texto todavía se sigue repitiendo el tópico del Nuevo Continente cuando se
refieren a América. Es una suerte de hábito cultural que arrastramos desde el
siglo XVI, cuando Europa se entusiasmó ante el descubrimiento de Colón y
Américo Vespuccio; el mundo se amplió con la gran novedad geográfica y, por
contraposición a la dilatada historia de Europa, se consideró como “nuevo” al continente
americano. Hoy deberíamos saber que este continente es tan antiguo como el
resto, al menos es lo que confirman las investigaciones de Wegener y otros. No
se puede hablar de América como un continente nuevo. Sin embargo, el tópico
sigue repitiéndose.
Pero,
¿acaso las civilizaciones precolombinas son tan antiguas como la sumeria o la
india? Hasta hace unos treinta años, podía considerarse que la civilización en
suelo americano era más reciente que en África y Asia. No obstante, la presencia humana está datada del 30.000 a.d.C. y no
en el norte, donde se supone que comenzó la colonización de América procedente
de Asia; los restos más antiguos se han hallado en el sur de Sudamérica (Monte
Verde, Chile). La agricultura y la ganadería surgen en América a la par que en otros continentes. Alimentos fósiles de maíz, calabaza, patatas, animales domésticos y otros han
sido encontrados en Mesoamérica y Suramérica con dataciones de hasta hace diez mil años. La
civilización de Caral en Perú data de hace más de 5.000 años. Si tenemos en
cuenta que los indicios de ciudades más antiguas en otras partes del mundo son
las de Çatal Höyük en Anatolia (5.000 a.d.C. aprox.), y Harappa o
Mohenjo-Daro en el subcontinente indio (3.500 a.d.C. aprox.), tampoco se puede
seguir afirmando que América es el “nuevo continente”.
Las
civilizaciones más conocidas de América son, sin duda, la azteca, la maya y la
inca, pero no son las más antiguas. Más bien, son las últimas civilizaciones de
la América Antigua. Mucho antes que ellas encontramos ya asentadas y
desarrolladas las culturas olmeca, tolteca, chavinense, la de Huaca Partida,
wari y tiahuanacota, entre muchas otras. Los toltecas fueron los predecesores
de los aztecas o mexicas, quienes fundaron Teotihuacán, la “Ciudad donde los
hombres se preparan para ser dioses”. Los olmecas dejaron el misterio de sus
colosales cabezas esculpidas con facciones negroides, como si sus ancestros
hubieran sido habitantes del África subsahariana. La cultura de Chavín de Huantar
la conocemos principalmente por las ruinas de su “ciudad santa”, un centro
ceremonial que maravilla por la disposición circular de su plaza central, el
sistema hidro-acústico con que imitaban los rugidos del dios Jaguar y los
pasadizos subterráneos donde se halla, enigmáticamente clavado, el Lanzón de
Chavín. Tiahuanaco, en el altiplano boliviano, es una de esas ruinas
arqueológicas que desprende misterio y enigma por los cuatro costados. ¿Quiénes
lo construyeron? ¿Qué representa la llamada Puerta del Sol? Si se encuentra a
más de 70 kilómetros del lago Titicaca, ¿por qué construyeron un puerto?
Los
vestigios arqueológicos de todas estas culturas que precedieron a aztecas,
mayas e incas, son de fecha incierta, no se han podido datar directamente, sino
con medios indirectos, esto es, datando restos orgánicos o cerámicas
encontrados en las ruinas. Bien podría ser que esos restos datables
pertenecieran a una ocupación más moderna que la época de la construcción
principal. De hecho, todos los centros sagrados de la América Precolombina han
sido reutilizados, reformados y reactivados muchísimas veces. Incas y aztecas,
cuando entraron en escena en la historia, ya encontraron centros sagrados que
consideraban muy, muy antiguos, del mismo modo que los romanos continuaron el
culto en templos y centros de peregrinación anteriores a ellos que consideraban
sagrados, como, por ejemplo, el templo de la diosa Fortuna en Palestrina.
Y
los descubrimientos no han terminado. Seguramente que en los próximos años
saldrán a la luz restos arqueológicos mucho más antiguos que los hallados en
Caral. Si la presencia humana es de al menos 32.000 años, el homo sapiens habrá tenido tiempo
suficiente para generar culturas de remota antigüedad y quién sabe de qué
extraordinarias características. Porque hay algo que nos asombra: cuánto más
antigua es una civilización, más refinada, más ética y más espiritual aparece.
¿Serán nuestras fantasías traspasadas a la historia? O, más bien, ¿son un
ejemplo de lo que la humanidad presente debe recuperar?
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