jueves, 11 de octubre de 2012

EL VIEJO NUEVO CONTINENTE


En muchos libros de historia y de texto todavía se sigue repitiendo el tópico del Nuevo Continente cuando se refieren a América. Es una suerte de hábito cultural que arrastramos desde el siglo XVI, cuando Europa se entusiasmó ante el descubrimiento de Colón y Américo Vespuccio; el mundo se amplió con la gran novedad geográfica y, por contraposición a la dilatada historia de Europa,  se consideró como “nuevo” al continente americano. Hoy deberíamos saber que este continente es tan antiguo como el resto, al menos es lo que confirman las investigaciones de Wegener y otros. No se puede hablar de América como un continente nuevo. Sin embargo, el tópico sigue repitiéndose.
         Pero, ¿acaso las civilizaciones precolombinas son tan antiguas como la sumeria o la india? Hasta hace unos treinta años, podía considerarse que la civilización en suelo americano era más reciente que en África y Asia. No obstante, la presencia humana está datada del 30.000 a.d.C. y no en el norte, donde se supone que comenzó la colonización de América procedente de Asia; los restos más antiguos se han hallado en el sur de Sudamérica (Monte Verde, Chile). La agricultura y la ganadería surgen en América a la par que en otros continentes. Alimentos fósiles de maíz, calabaza, patatas, animales domésticos y otros han sido encontrados en Mesoamérica y Suramérica con dataciones de hasta hace diez mil años. La civilización de Caral en Perú data de hace más de 5.000 años. Si tenemos en cuenta que los indicios de ciudades más antiguas en otras partes del mundo son las de Çatal Höyük  en Anatolia (5.000 a.d.C. aprox.), y Harappa o Mohenjo-Daro en el subcontinente indio (3.500 a.d.C. aprox.), tampoco se puede seguir afirmando que América es el “nuevo continente”.
         Las civilizaciones más conocidas de América son, sin duda, la azteca, la maya y la inca, pero no son las más antiguas. Más bien, son las últimas civilizaciones de la América Antigua. Mucho antes que ellas encontramos ya asentadas y desarrolladas las culturas olmeca, tolteca, chavinense, la de Huaca Partida, wari y tiahuanacota, entre muchas otras. Los toltecas fueron los predecesores de los aztecas o mexicas, quienes fundaron Teotihuacán, la “Ciudad donde los hombres se preparan para ser dioses”. Los olmecas dejaron el misterio de sus colosales cabezas esculpidas con facciones negroides, como si sus ancestros hubieran sido habitantes del África subsahariana. La cultura de Chavín de Huantar la conocemos principalmente por las ruinas de su “ciudad santa”, un centro ceremonial que maravilla por la disposición circular de su plaza central, el sistema hidro-acústico con que imitaban los rugidos del dios Jaguar y los pasadizos subterráneos donde se halla, enigmáticamente clavado, el Lanzón de Chavín. Tiahuanaco, en el altiplano boliviano, es una de esas ruinas arqueológicas que desprende misterio y enigma por los cuatro costados. ¿Quiénes lo construyeron? ¿Qué representa la llamada Puerta del Sol? Si se encuentra a más de 70 kilómetros del lago Titicaca, ¿por qué construyeron un puerto?
         Los vestigios arqueológicos de todas estas culturas que precedieron a aztecas, mayas e incas, son de fecha incierta, no se han podido datar directamente, sino con medios indirectos, esto es, datando restos orgánicos o cerámicas encontrados en las ruinas. Bien podría ser que esos restos datables pertenecieran a una ocupación más moderna que la época de la construcción principal. De hecho, todos los centros sagrados de la América Precolombina han sido reutilizados, reformados y reactivados muchísimas veces. Incas y aztecas, cuando entraron en escena en la historia, ya encontraron centros sagrados que consideraban muy, muy antiguos, del mismo modo que los romanos continuaron el culto en templos y centros de peregrinación anteriores a ellos que consideraban sagrados, como, por ejemplo, el templo de la diosa Fortuna en Palestrina.
         Y los descubrimientos no han terminado. Seguramente que en los próximos años saldrán a la luz restos arqueológicos mucho más antiguos que los hallados en Caral. Si la presencia humana es de al menos 32.000 años, el homo sapiens habrá tenido tiempo suficiente para generar culturas de remota antigüedad y quién sabe de qué extraordinarias características. Porque hay algo que nos asombra: cuánto más antigua es una civilización, más refinada, más ética y más espiritual aparece. ¿Serán nuestras fantasías traspasadas a la historia? O, más bien, ¿son un ejemplo de lo que la humanidad presente debe recuperar?

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