Unos de los personajes que más he admirado de pequeño ha sido Conan, el cimerio. Este héroe del cómic fue creado por Robert E. Howard y le puso este nombre, que hizo famoso Arnold Schwarzenegger, en honor al insigne escritor Arthur Conan Doyle. Éste último es padre del detective más sabueso de todos, Sherlock Holmes y un defensor del espiritismo, corriente que investigó, llegando a escribir buenos libros de consulta.
Conan, el cimerio, vivió en un tiempo de leyenda, cuando la gran catástrofe de la Atlántida todavía estaba reciente en la memoria. Cimeria es una tierra bárbara, con brujas y magos que hacen de la hechicería su herramienta de dominio sobre súbditos y reyes. En aquella tierra y en aquel tiempo los reyes lo eran por el poder de su espada y no por la sangre que corría por sus venas. Conan sólo cree en el poderoso dios Crom y en su voluntad simbolizada por su espada.
El cimerio es un héroe solitario que tantas veces como lucha por una recompensa, tantas y una renuncia a ellas por honor. Ni aun el oro puede esclavizar a Conan. Mercenario inteligente e incansable, llegó a ser rey por el poder de su espada.
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