El
4 de octubre es el Día Mundial de los Animales. Esta efeméride se ha hecho
coincidir con el día que se conmemora la muerte de San Francisco de Asís.
Francisco nació en Asís, Italia, dentro de una familia acomodada, en el año
1182, pero se despojó de todas las riquezas materiales y se dedicó a servir y
ayudar no solo a sus semejantes, sino también a todos los seres vivos y a todos
los animales, a los que consideraba hijos de Dios y llamaba
"hermanos". En el momento presente, esta figura de la historia
mística de Europa, nos obliga a volver a plantearnos si los animales tienen
dignidad o no.
Durante
muchos siglos se ha identificado la dignidad con el ser racional y, por esto
mismo, se la negó a los animales. Sin embargo, en la Antigüedad encontramos
muchas civilizaciones que
tenían un concepto mucho más
amplio de la dignidad que entroncaba con el ser y no solamente con el pensar.
Así, las culturas animistas laponas e inuits, reconocían un trato digno a todos
los seres vivos y aun a la tierra, al mar y al fuego. La civilización del Indo,
desde hace miles de años, amplía
la vida digna
a determinados animales
porque se consideran sagrados.
La dignidad no es un atributo exclusivo del hombre. Sin
embargo, la civilización Occidental, en determinado momento, llevada por el
Humanismo y el Racionalismo, acota el objeto de la dignidad al ser humano
porque es el único animal que piensa. La pregunta que hay que plantearse es
¿por qué el pensar origina la dignidad? Si algún doctor o catedrático de
filosofía fuera capaz de responder a esta pregunta de manera satisfactoria,
cejaría en mi lucha jurídica a favor de los animales. Tan convencido estoy de
lo que defiendo que no me causa horror plantear que los animales también son
personas y, por tanto, tienen una dignidad natural. No en vano la profesora de
Derecho y Bioética Marín Castán afirma que la “dignidad humana
es un concepto
difuso. Presenta, por tanto, dificultades en
cuanto a su
determinación, caracterización y
definición.”
¿Cómo podemos
estar tan seguros de que la
cualidad de persona y de dignidad solo pueden predicarse del hombre y de ningún
ser vivo más, cuando no sabemos ni siquiera definir lo que es la dignidad? ¿De
dónde se extrae la certeza? ¿No será más bien un prejuicio, un dogma, un
presupuesto indemostrable del paradigma actual? ¿Acaso podemos negar a un
deficiente mental una vida digna? ¿Cómo es que hablamos de una muerte digna
para personas que han quedado en estado vegetativo y ya no piensan? Un trato
indigno no es el que impide el pensamiento o la actividad racional, es el que
nos impide vivir como lo que somos. Cuando a Sócrates se le ofreció como condena
alternativa a la pena de muerte la prohibición de seguir enseñando a los
jóvenes atenienses, el filósofo la rechazó porque para él vivir sin enseñar era
una vida indigna que era peor que morir dignamente. Es
que la dignidad
es un atributo
de la vida
y no solamente de lo humano. Y lo
humano, es obvio señalarlo, no es solamente el raciocinio, lo humano también es
la voluntad, la disciplina, el amor, la intuición, la amistad, la capacidad de
sacrificio, el morir por un ideal o por una persona o por un animal, aunque a
los ojos de los demás pueda parecer irracional, etc.
Todos los
animales tienen derecho
a una vida
digna, porque la dignidad es la
adecuada realización del propio ser. Desde este punto de vista filosófico platónico/pitagórico,
todos los seres vivos tienen un ser que los define y en cuanto nacen viven
buscando explicitar de su
propio ser, es decir,
evolucionar. Proteger esta realización
es reconocer la dignidad.
Y todos los
seres vivos, reflexionen o no,
sean auto-conscientes o no, vienen a la vida a realizarse, vienen a la vida
para vivir dignamente.
En
la llamada “Declaración de Cambridge”, Durante la Francis Crick Memorial
Conference, en la Universidad de Cambridge, Inglaterra,
realizada el 7 de julio de 2012,
13 neurocientíficos de renombradas instituciones, firmaron un manifiesto afirmando
la existencia de conciencia en diversos animales no humanos:
"Decidimos llegar a un consenso y hacer una declaración para el público
que no es científico. Es obvio para todos en este salón que los animales tienen
conciencia, pero no es obvio para el resto del mundo..." La Declaración
expresa que «De la ausencia de neocórtex no parece concluirse que un
organismo no experimente estados afectivos. Las evidencias convergentes indican
que los animales no humanos tienen los sustratos neuroanatómicos,
neuroquímicos, y neurofisiológicos de los estados de la conciencia junto con la
capacidad de exhibir conductas
intencionales. Consecuentemente, el grueso de la
evidencia indica que los humanos no somos los únicos en poseer la base
neurológica que da lugar a la conciencia. Los animales no humanos, incluyendo a
todos los mamíferos y pájaros, y otras muchas criaturas, incluyendo a los
pulpos, también poseen estos sustratos neurológicos.»
La
evidencia es determinante: los animales son seres sintientes, conscientes –cada
uno a su manera- y dignos. En el Día Mundial de los Animales reafirmemos la
defensa de sus derechos, entre ellos, el derecho a una vida digna.
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