Estamos presenciando una
agudización del problema no resuelto de las olas migratorias. En los últimos
meses están llegando miles de personas a Europa desde países en conflicto. Se
han abierto nuevas rutas de migración que se añaden a las ya existentes, como
el estrecho de Gibraltar o el paso de la isla de Lampedusa. Tenemos la
sensación de que están llegando más emigrantes que nunca, pero todavía no se
han superado las cifras del quinquenio 2000-2005, durante los que solamente
España recibió 2,7 millones de emigrantes.
Los medios están haciendo
hincapié en la migración de ciudadanos de Siria. Sin embargo, no son la
mayoría. Europa soporta una presión migratoria procedente de Pakistán, Afganistán,
Eritrea, África Subsahariana (principalmente
Mauritania, Mali, Níger, Chad, Costa de Marfil, Burkina Faso y Guinea-Bissau)
que, conjuntamente con los ciudadanos de Iraq y Libia, sobrepasa con creces la
procedente de Siria. Se habla del drama sirio para referirse a los nacionales
de este país que han tenido que huir a causa de la guerra que ha destruido sus
casas y sus esperanzas. Es terrible y los sirios no son los únicos que padecen
la cruel lacra de la devastación bélica. Los iraquíes, los libios, los
ruandeses y muchos pueblos más se encuentran en esa misma situación.
¿Por qué
los medios de comunicación occidentales destacan tanto la migración siria y su
dolor? ¿Por qué no destacan la migración libia e iraquí? Esto no es periodismo objetivo
porque no se informa de todo lo que está pasando, sino de una parte.
Hagamos
un poco de historia. En mi artículo “El otoño de la Primavera Árabe” (Revista
Esfinge, sept-2013), mencionaba cómo los intereses comerciales de las potencias
occidentales, de China y Rusia fueron los verdaderos causantes de la rápida
desestabilización del norte de África. Los casos más sangrientos fueron Libia e
Iraq. Todos sabemos que la invasión de Iraq no fue provocada por la posesión de
armas químicas por parte del régimen de Sadam Hussein, sino por la sed de
ganancias económicas de los países integrantes de la Alianza Atlántico Norte.
Estos destrozaron y siguen destrozando Libia e Iraq para quedarse con el
petróleo y proteger los intereses estratégicos de Israel.
Ya en el
año 2011 se estimaba que en el peor de los escenarios posibles tras la muerte
de Gadafi, unos 200.000
libios podrían huir a Egipto y Túnez y otros 600.000 podrían necesitar ayuda
humanitaria dentro de Libia. “Es aventurado predecir el número de libios que
podrían emigrar a la UE” (Gil Arias, Director Ejecutivo de Frontex, Agencia
Europea para la gestión de la cooperación operativa en las fronteras exteriores
de los Estados miembros de la UE). Frontex confirmó en 2013
que hubo un gran aumento en el número de migrantes que realizan el peligroso
viaje en barco desde Egipto y Libia.
Hace pocos días la prensa
italiana aseguraba que el Gobierno podría poner en marcha una operación militar
en Libia para frenar al millón de personas que esperan para lanzarse al
Mediterráneo (El Confidencial). El profesor de Derecho al Asilo en la
Universidad de Palermo, Fulvio Vassallo, propone “reforzar la actual misión de Naciones Unidas
en Libia para intentar estabilizar el país". Estos son algunos datos
objetivos que hablan de la emigración procedente del país norteafricano. Muchos
libios han muerto ahogados al intentar llegar a Europa. Sin embargo, la
sensación general es que sólo mueren sirios. Y esto no es cierto. Ni siquiera
son la mayoría.
Los
gobiernos de EE.UU., CEE y demás países integrantes de la OTAN, pretenden
silenciar el genocidio que han causado en países como Iraq y Libia. ¿Cómo lo
logran si los datos claman al cielo? Muy sencillo, amplificando el drama provocado
por el autodenominado EI y Bashar al-Asad en Siria. Fotos de niños aparecidos
muertos en la playa recorren el mundo en pocos instantes, se cuadriplican los
espacios en los medios de comunicación para reflejar el drama sirio. La
búsqueda “refugiados iraquíes” tiene 573.000 resultados en Google; la búsqueda
“refugiados libios” 1.080.000; y la búsqueda “refugiados sirios” ¡8.590.000
resultados!
Nuevamente,
la hipocresía de los gobiernos hace gala de presencia. Y digo de los gobiernos
porque estos son los que acuerdan contratos con las grandes multinacionales del
petróleo y del armamento. ¿Quién es el verdadero enemigo? ¿Los fundamentalistas
islámicos (que no deberían llamarse así porque son simplemente terroristas
asesinos)? ¿El “monstruo” Bashar al-Asad? No, queridos lectores. El verdadero
enemigo es la barbarie, tanto la que practican unos como la que practican
otros. Destrozar un país entero para conseguir más petróleo es barbarie.
Desestabilizar países enteros para que China no consiga contratos de materias
primas es barbarie.
Los
gobiernos occidentales nos tratan como niños. Nos dicen a través de los medios
de comunicación que el “otro” (EI y al-Asad) son muy, muy malos y que tratan
muy mal a las personas, mientras silencian sus crueles juegos comerciales que
provocan muerte, desplazamientos y miseria a millones de personas en el mundo.
¿Qué está haciendo la
Comunidad Europea? Se han activado dos operaciones, Tritón y Mare Nostrum, para
tratar de anular a las mafias que comercian con los emigrantes en el
Mediterráneo. Se han establecido las cuotas de refugiados que cada país debe
acoger. Pero el problema sigue sin resolverse: ¿qué hacer con todas estas
personas? ¿Las acogemos y les damos un bocadillo de mortadela? O ¿les damos
medios para que puedan vivir dignamente? ¿Tenemos esos medios? ¿La CEE tiene
dinero suficiente? ¿Qué hacer si los europeos, temerosos de perder su nivel de
vida, no aceptan la llegada de refugiado o emigrantes a sus ciudades y barrios?
¿Se ha pensado en una concienciación de la sociedad europea y una formación
para integrar a la nueva población?
Los
países que participaron en la desintegración de Iraq y Libia han metido la pata
hasta el fondo. Han provocado un éxodo masivo de personas hacia "El
Dorado" europeo y ahora no saben qué hacer. Afortunadamente, más allá de
los gobiernos, los pueblos hacen gala de solidaridad organizándose rápidamente
para ayudar de la manera más eficaz a todos los emigrantes y refugiados,
procedan de donde procedan. Hace falta educar y educarnos en valores éticos
como la solidaridad, la convivencia, la concordia, la fraternidad, el respeto,
la capacidad de sacrificio por el bien de todos, la responsabilidad histórica.
No es suficiente con organizar, hay que educar para la confraternidad entre
todos los pueblos de la Tierra.
Francisco
Capacete
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