viernes, 11 de julio de 2014

Estados asesinos

Según informa la agencia EFE continúa la escalada de tensión entre israelíes y palestinos. Siete civiles palestinos -tres mujeres y 4 menores- murieron en los ataques registrados en la madrugada del 9 al 10 de julio al impactar tres misiles israelíes en sus casas en la ciudad de Jan Yunes, en el sur de Gaza, con los que ascienden a 76 los muertos en la operación militar israelí "Margen protector", que entró en su tercera jornada. El número de heridos palestinos supera los 400, según fuentes sanitarias locales.

Esta triste historia se viene repitiendo desde hace décadas. El odio mutuo entre estos dos pueblos es cada día mayor y la oleada de violencia, de masacres, asesinatos, secuestros, torturas, vejaciones y violaciones es cada vez más grande e imparable. Ni la ONU, ni la Comunidad Europea, ni el Tribunal Penal de La Haya pueden detener este conflicto que cuenta con la anuencia de grandes superpotencias, como los EE.UU.
            Es de conocimiento público el origen del conflicto: la ocupación gradual de los territorios palestinos por comunidades judías para crear el estado de Israel. Es notorio que el enorme poder económico y la portentosa influencia política de los lobby judíos consiguieron que la comunidad internacional les concediera el derecho de tener estado propio. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, las Naciones Unidas aprobaron la partición de Palestina (Resolución 181). Los palestinos, que constituían el 70% del total de la población y tenían el 92% de la tierra, retuvieron el 43% del territorio. El resto fue entregado a los judíos, que representaban el 30% de la población y poseían sólo el 8% de la tierra. Jerusalén se consideró dentro del 1% que quedaría como zona internacional.
            El 14 de mayo de 1948 los judíos proclamaron el Estado de Israel. Al día siguiente estalló la primera Guerra Árabe-israelí y  nació el «conflicto de Oriente Medio». Palestina quedó dividida en tres partes: la que ocupaba Israel; la ribera occidental del Jordán (Cisjordania) que pasó a Jordania, y Gaza, que quedó bajo la administración de Egipto. Desde entonces la violencia se ha enseñoreado en las “tierras santas”.
            Como abogado en ejercicio contemplo angustiado la violación de los derechos humanos en los territorios israelíes y palestinos. El hecho es que hay un estado, Israel, que mantiene una guerra –no declarada- contra un no estado, Palestina. Tanto unos como otros se acogen a la argucia legal de que no son de aplicación las Convenciones de Ginebra y sus Protocolos que regulan las consecuencias de las guerras entre estados y como tratar a heridos, refugiados, prisioneros, etc., porque no se trata de una guerra internacional. Y para la comunidad internacional no estamos en presencia de un guerra, sino de un conflicto local que debe regularse según las leyes de ese estado, es decir, según las leyes de Israel, puesto que Palestina no tiene todavía una cámara de representantes y una legislación aceptadas por todos los palestinos.
            Ante esta situación, me pregunto, ¿los asesinos y terroristas palestinos como deben ser tratados? ¿Se les debe juzgar por los crímenes que comenten? ¿Qué tribunal les debe juzgar? ¿Qué clase de tribunal es el Tribunal de Seguridad del Estado de la Autoridad Nacional Palestina (ANP)? ¿Qué legitimidad tiene Israel para ejecutar a presuntos asesinos o terroristas sin que un tribunal los condene? ¿Qué legitimidad ostenta Israel para matar a civiles cuando persigue asesinar a presuntos asesinos o terroristas?
            Como filósofo no puedo estar de acuerdo ni con los asesinos israelíes ni con los asesinos palestinos. Mi conciencia moral reprueba toda clase de asesinatos y crímenes. Como abogado no puedo estar de acuerdo con las ejecuciones de seres humanos ordenadas por un gobierno, sin que haya habido un proceso justo. Y esto es lo que está ocurriendo en Oriente Medio.
            Ahora imaginemos que lo que ocurre en Israel ocurriera en España. Vamos a suponer que en una Comunidad Autónoma se formara un grupo terrorista que asesinara a civiles y militares en otras partes del territorio nacional. Vamos a suponer que el gobierno central ordenara, bajo la excusa de proteger a la población, lanzar misiles contra el edificio donde presuntamente residen esos terroristas para matarlos. Vamos a suponer que en ese edificio viven también civiles, hombres, mujeres y niños, que resultan heridos o muertos por la acción de castigo contra los terroristas. ¿Podemos imaginarnos algo tan atroz en nuestro país? No, obviamente que no. ¿Cómo reaccionaría la comunidad internacional? Lo rechazaría totalmente y, a buen seguro que, de no deponer esta forma de actuar, nos expulsarían de la CEE y de la OTAN.
            Si unas felaciones en Magaluf han causado revuelo en medio mundo, ¿qué revuelo no causarían las ejecuciones y muertes indiscriminadas en España? Y ¿por qué es España o Francia o Alemania no se permitiría algo así y, sin embargo, en Israel sí se permite? ¿Qué tiene de especial Israel para que pueda ejecutar a personas indiscriminadamente y no le ocurra nada?
            Vivimos en un mundo donde lo absurdo es el pan nuestro de cada día. Nos hemos quedado sin sentido común, ni conciencia moral. Los estados se gastan millones de millones en espectáculos deportivos para mantener a los pueblos entretenidos, mientras en la sombra juegan el triste monopoly donde compran y venden seres humanos como si fuéramos simples cromos sin valor alguno.
            Pero también vivimos en un mundo donde cada vez hay más gente que lucha por los derechos humanos, por la dignidad humana, por la paz y por la concordia. De modo que siempre queda la esperanza como motor de cambio y transformación de las sociedades humanas. No nos quedemos con los brazos cruzados en agónica indiferencia. 

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