Hay un vecino misterio en la forma de nuestra mano. Sí, mírala con atención por unos segundos. Te darás cuenta que la forma la percibimos por comparación entre lo que es la mano y aquello que no es la mano. Casi podríamos decir que en esa sutilísima frontera comienza la mano. Mas, esta percepción de los sentidos es ilusoria e irreal. La mano, nuestras manos, no comienzan en su externo límite, sino en su propio interior; el origen de la mano, como si de una flor se tratara, hay que buscarlo en el brazo. El brazo es como una maceta con tierra en la que hay sembrada una semilla y la mano es la flor que germina y se abre al sol de la mañana.
Somos lo que
nos hace únicos. Y lo que nos hace únicos se encuentra en nuestro interior, en
el más interno círculo de nuestro ser interior. El Atmá, el “SerPlenodeSíqueAbrazaTodo”,
el Uno, es lo que nos hace únicos. En aquellos instantes en que rozamos
siquiera nuestro verdadero Ser somos únicos. Aquel día en que hemos podido
vivir según nuestros verdaderos designios, ese día lo hacemos único. La persona
que se supera a si mismo se hace única.
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