Hace unos meses visité, junto a mis querido amigos, la ciudad legendaria de Machu Picchu, situada en la provincia de Urubamba. Dicen los libros que tanto saben que su descubridor fue Hiram Bingham. Sin embargo, para ser más precisos, deberían decir que quien dio a conocer la existencia de estos restos arqueológicos al mundo fue este explorador norteamericano, pero quien las descubrió fue un niño peruano que, antes que llegara Bingham, jugaba entres los muros de piedra labrada que construyeron los incas. Gracias a este pequeño quien informó, en 1911, a Bingham de la existencia de viejos muros, cientos de miles de personas podemos extasiarnos contemplando una de las maravillas de la Historia de la Humanidad.
Tras contemplar detenidamente las construcciones realizadas por los incas en un terreno tan inaccesible como en el que se encuentra, pienso que el ser humano tiene una capacidad portentosa para conseguir lo que se propone, ya sea cosntruir o destruir. El hombre ha levantado verdaderas maravillas que aún hoy día no sabemos cómo las hicieron. Por el otro lado, ha destruido con una violencia inusitada. Cada uno de nosotros debemos elegir a qué bando queremos pertenecer, a los que construyen o a los que destruyen. En cualquiera de los dos bandos podremos desarrollar capacidades increíbles, pero sólo en el primero lograremos la felicidad. Como podéis suponer yo pertenezco a los que construyen.
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