El
municipio de Palma de Mallorca cuenta con un centro sanitario de protección
animal ubicado en el Camí de Son Reus, km 8,2, cerca de la central de residuos.
Dispone de unos 25.000 m2 de superficie y cuenta con dependencias especializadas,
a saber, oficinas de administración, área de recepción de animales, jaulas de
cuarentena y hospitalización, centro clínico, quirófano, laboratorio, centro de
estancia, aula de medio ambiente o formativa.
Podemos
ver en sus instalaciones administrativas un muestrario de carteles de
diferentes campañas de concienciación ciudadana respecto al cuidado de los
animales en el entorno urbano. Los carteles son de hace unos años y transmiten
una imagen del pasado. No es lo único que huele a rancio. Indagando en los
entresijos administrativos, descubrimos que los protocolos de actuación son de
hace décadas y están faltos de renovación. Por ejemplo, no hay en ninguno de
esos protocolos ninguna referencia al bienestar animal, ninguna referencia a la
protección de los animales y no existe protocolo para casos excepcionales ni
para perros potencialmente peligroso.
No
sólo los papeles llevan muchos años en la perrera municipal. El responsable,
Pedro Morell, ocupa su sillón desde tiempos inmemoriales -yo diría
pretalaióticos, sorteando con habilidad y falta de toda moral pública
gobiernos, partidos, grupos animalistas, etc. Es el “intocable”, el cacique que
hace y deshace a voluntad. Para muestra un botón: el artículo publicado el
07.05.2013 en Diario de Mallorca por uno de los abogados pioneros en la defensa
de los derechos de los animales, Manuel Molina, titulado “Son Reus y el
misterio de los mil perros desaparecidos”.
Desde
que me dedico al derecho animal he recibido innumerables testimonios sobre
aterradores hechos acaecidos en Son Reus. Animales que han muerto por falta de
cuidados, sacrificio de animales que han sido solicitados en adopción,
cadáveres que han desaparecido sin hacerles la debida autopsia, voluntarios que
han presenciado violencia por parte de los cuidadores hacia los animales,
jaulas ocultas y un largo y triste etcétera. Cientos de denuncias acumulan el
polvo de los olvidados, tanto en los estantes del Ayuntamiento, como en las
cajas archivadoras del juzgado. Sin embargo, nada ha cambiado en la perrera
municipal y su máximo responsable sigue
aposentado en su mutismo y altanería a sabiendas de que nadie le puede tocar ni
un pelo.
Algún
medio publicó hace un tiempo una información sobre Palma como la mejor ciudad
donde vivir. Esto será para algunos. Ni para los animales que viven en el
entorno humano, ni para los humanos que amamos los animales es Palma la mejor
ciudad donde vivir. ¡Cómo va a serlo cuando el organismo que los tiene que
proteger actúa arbitrariamente, mantiene una opacidad impropia de una
administración pública moderna y los ciudadanos tienen que rogar para que se
les atiendan sus súplicas! Declara la Constitución Española que el nuestro es
un Estado social y democrático de Derecho. Esto quiere decir que la democracia
y el ordenamiento jurídico deben proteger y velar por los derechos sociales, es
decir, para que la sociedad tenga reales oportunidades de ver satisfechos sus
derechos fundamentales. Los animales que viven en el entorno humano han entrado
a formar parte del tejido social, son “sociedad” junto a los humanos.
Desgraciadamente, los responsables del Ayuntamiento de Palma, consideran que
los animales son una molestia y no una parte importante de la sociedad a la que
también hay que proteger. Pruebas de ello:
A)
Campaña
inquisitorial contra los perros potencialmente peligrosos.
B)
No renovación de
la anticuada Ordenanza municipal de protección de los animales que viven en el
entorno humano.
C)
Protocolos de Son
Reus anticuados.
D)
Falta de
reglamento de la perrera municipal.
E)
Pasividad ante
los casos de presunto maltrato animal detectados en Son Reus.
F)
No se ha
realizado ninguna investigación ni ninguna auditoria interna de la perrera
municipal.
G)
Ausencia de
regulación de las colonias felinas urbanas.
Esta acumulación de
irregularidades nos ha hecho perder la paciencia. Vamos a investigar a fondo
qué ocurre en Son Reus hasta llegar a descubrir la realidad. Esperamos contar
con el apoyo del Ayuntamiento. Si no es así, disponemos de suficientes recursos
legales para sacar a la luz lo oculto. Para muchos animales, según los
testimonios recogidos, Son Reus es un mauthausen, para otros un campo de concentración y
para el Ayuntamiento y Pedro Morell es el cielo con el que sueñan todos los
animales abandonados y vagabundos. ¿Cuál es la realidad? Los ciudadanos y los
animales merecen conocerla. ¡Va por ellos!
Francisco Capacete González
Especialista en Derecho Animal
Abogado Animal
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