Desde hace unos años se han ido
consolidando en Europa unas formaciones políticas que se han denominado de
extrema derecha. Amanecer Dorado en Grecia, Liga Norte en Italia, el Partido
del Pueblo y el Partido de la Libertad en Austria, Vlaams Belang en Bélgica, Alternativa por Alemania en este país, Agrupación
Nacional en Francia, son algunos ejemplos. También en Brasil la extrema derecha
de Bolsonaro ha emergido con fuerza alcanzando la presidencia del estado.
A estas formaciones se las ha
etiquetado de extrema derecha, conteniendo esta denominación una fuerte carga
negativa. Es como si fueran un peligro para la sociedad, una lacra que hay que
contener y destruir. Pero dejemos el miedo y las emociones de lado y veamos qué
es lo que proponen realmente. Al estudiar sus respectivos programas electorales
vemos que tienen en común algunos temas: mayor control de la inmigración,
centralismo del estado, defensa de la identidad nacional, mayor represión de la
delincuencia y del terrorismo.
Y ahora, preguntémonos, ¿aumentar el
control de la inmigración ilegal es bueno o es malo? Dependerá de cómo se lleve
a cabo ¿Es contrario al Estado de Derecho? Como jurista puedo afirmar que no.
Lo que pone en alerta a algunos es la propuesta de expulsión de todos los
inmigrantes ilegales. Tampoco esto es contrario a nuestro Estado de Derecho
porque, sin ir más lejos, la actual ley de extranjería no sólo lo permite, sino
que obliga a ello. Podremos estar de acuerdo o no con esta medida, pero no
podemos afirmar que es un atentado a nuestro actual modelo de estado. No siendo
una propuesta ilegal ni contraria a la constitución, los ciudadanos tienen el
derecho de votar a aquella formación política que les presente esta posibilidad
si la consideran adecuada para la defensa de sus intereses. Y este derecho sí
que es fundamental y tenemos que respetarlo.
Defender un estado centralista es una
opción legítima, si bien, en el caso de España, desde mi punto de vista
personal es una medida que produciría más problemas que beneficios. Hay
ciudadanos que prefieren que el estado central tenga más poder y hay ciudadanos
que prefieren que las autonomías tengan más competencias. Ambas opciones entran
dentro del marco político y tenemos que poder convivir con nuestras
diferencias. Dejemos claro que, en el caso español, no hay ninguna formación de
extrema derecha que promueva la supresión del estado de las autonomías, lo cual
sí sería contrario a la Constitución.
La defensa de la identidad nacional
no es un tema de derechas ni de izquierdas. De hecho, hay formaciones políticas
de izquierdas que defienden la identidad nacional en sus respectivas
comunidades autónomas.
Y en cuanto a defender una mayor
represión de la delincuencia y del terrorismo pienso lo mismo que en el punto
anterior, no es un tema ideológico, sino una propuesta práctica, instrumental,
que quiere responder a la sensación de impunidad que existe en una buena parte
de la población.
Cuando determinadas corrientes de
opinión alertan sobre los peligros de la extrema derecha sin explicar que todos
los ciudadanos tienen derecho a defender sus propias ideas, siempre y cuando
sean respetuosas con las leyes y los principios constitucionales, lo que están
difundiendo es la más aberrante de las ideas tiránicas: el pensamiento único.
De lo que tenemos que defendernos es del
extremismo político. Síntomas de este extremismo son: creer que la propia
ideología es la mejor, no saber dialogar, dar prioridad al partido sobre los
intereses de los ciudadanos, la lucha por el poder, la corrupción política, el
abuso de acusaciones en las intervenciones parlamentarias, la legislación
inútil, la falta de integridad moral de los políticos, la hipocresía y la
manipulación de la opinión pública, las mentiras electorales, el despilfarro
del dinero público, el mantener a los ciudadanos en la incultura, el gastar
dinero público en armas en lugar de libros, el enfrentar y dividir a los
ciudadanos en lugar de promover la convivencia pacífica, la falta de
transparencia. Toda aquella acción o actitud por parte de los políticos que
hacen de la política una farsa es extremismo. Y en este extremismo político el
que esté libre de pecado que lance la primera piedra.
Tal vez, lo que asusta del ideario de
las formaciones políticas de extrema derecha es la rotundidad de sus
propuestas. Usan un lenguaje definido para explicar lo que son y lo que
piensan. Estamos ante formaciones políticas de ideología definida. Esta imagen
definida, fuerte y rotunda ha calado en un sector de la población nada
despreciable. Los políticos han venido considerando desde hace más de medio
siglo que la política es el arte de la oportunidad. ¿Qué pueden reprocharles a los
partidos de ideología definida si han hecho lo mismo que ellos, aprovechar la oportunidad?
Francisco Capacete González
Abogado y filósofo
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