miércoles, 8 de abril de 2015

Los partidos políticos ya no sirven

Se levantan voces críticas con los políticos porque están degradando la cultura democrática. Los numerosos casos de corrupción política, la falta de educación y respeto en las discusiones parlamentarias, la enorme cantidad de horas dedicadas a la imagen y no al gobierno real, son algunos hechos en los que se fundamentan quienes piden una democracia mejor. Y no les falta razón. Si bien, hemos transitado desde la dictadura hasta el sistema parlamentario democrático, nos queda mucho por andar hasta llegar a una verdadera democracia, esto es, un gobierno del pueblo y por el pueblo. Si no profundizamos en los valores democráticos y en la ética de los gobernantes, el actual sistema político va a derivar a nuevas formas feudales y estamentales. Hacia ello nos dirigimos, desgraciadamente. La figura del rey absoluto ha sido ocupada por los grandes holding y lobby. Estas organizaciones o grupos de poder pueden hacer lo que deseen sin estar sujetos a derecho alguno. No están limitados por ninguna clase de responsabilidad. La clase política y las Iglesias han terminado comportándose como la nobleza y el clero de la sociedad estamental. Disponen de una serie de privilegios que el resto del pueblo no tiene. Por ejemplo, los políticos son aforados. ¿Esto qué quiere decir? Que les juzga, en caso de un procesamiento, un Tribunal Superior directamente. Sin embargo, los ciudadanos de a pie no poseen esta protección. La iglesia Católica, por ejemplo, tiene concedido un privilegio a la hora de inscribir inmuebles en el Registro de la Propiedad que el resto de ciudadanos no posee. Y el pueblo…, el pueblo sigue como siempre, sin privilegios, sin protección, sin verdaderos representantes.
            Por estas razones podemos afirmar que la democracia actual pasa por una grave crisis causada por la crisis de los partidos políticos. Los partidos políticos son los responsables de la decadencia de la democracia actual. Su funcionamiento interno no es democrático, sino oligárquico. Su financiación es oscura. Los partidos políticos dedican el 85 % de sus recursos a la publicidad y al marketing, es decir, a captar votos. El 15 % restante lo dedican a los asuntos públicos. No tienen ideología, solo propuestas -que no cumplen. Siguen defendiendo sus privilegios en lugar de los intereses de los ciudadanos; prueba de ello es que no se ha aprobado ninguna ley que limite y controle las propiedades de los políticos y los partidos, sus sueldos, sus dietas, sus complementos, sus pensiones vitalicias… Es más, este tema ni siquiera se debate en los parlamentos.
            Para conseguir una democracia real y un sistema parlamentario eficaz, debemos revisar el tema de los partidos políticos. Los actuales no funcionan, no cumplen con su cometido. Para aclarar este polémico tema tenemos que ir a los orígenes. En la Asamblea Nacional establecida en la Revolución Francesa existían dos sectores, ambos pertenecientes a la burguesía y coincidentes en la lucha contra el rey, la nobleza e imponer los principios liberales, pero distanciados con respecto a sus intereses y los medios para lograr sus objetivos. Los girondinos consideraban prudente hallar un acuerdo con la monarquía y la nobleza, limitando el poder real, pero sin permitir el derecho a voto a las clases pobres, que no pagaban impuestos. El otro sector era el de los jacobinos, estaba principalmente integrado por profesionales y modestos propietarios que querían abolir definitivamente la monarquía y proclamar una República democrática, con derecho a voto para todas las clases sociales. El primer sector se colocaba para deliberar, a la derecha en la Asamblea, el segundo, a la izquierda, y de allí proviene la posterior división entre partidos de derecha y de izquierda, según sean conservadores en su accionar político o propongan medidas tendientes a cambios profundos y violentos.
            Poco a poco, con marchas y contramarchas, fueron apareciendo formaciones políticas que representaban a todos los sectores de la ciudadanía. Y se conformó un sistema parlamentario de representación indirecta. Los políticos eran elegidos por los votantes para que los representaran y gobernaran en su nombre. Este es un sistema parlamentario democrático, pero no el único sistema parlamentario democrático. Existe la democracia directa, no la olvidemos, que se erige como una solución cada vez más adecuada a los problemas políticos del siglo XXI.
            ¿Por qué hay tantas formaciones políticas? Porque representan las diferentes opiniones de los ciudadanos. Pero, ¿acaso arreglar la sanidad depende de la ideología o de la opinión? No. Lo que permite solucionar los problemas de la sanidad –por seguir con este ejemplo- es el conocimiento de las causas y el poder implementar medios adecuados para solucionarlos y esto no depende de la orientación política. Las diferentes opiniones o ideologías tienen que ver con la manera de entender la vida y la naturaleza, pero no con la solución de los problemas concretos, como por ejemplo, ser operado de cáncer. No existe ninguna relación entre el liberalismo o el socialismo y una operación de cáncer; no existe relación entre la democracia cristiana y la recogida de residuos sólidos urbanos. Los partidos son los auspiciadores de un mal que padecen los pueblos: la división y el enfrentamiento. De ahí su nombre “partido”. Cuando los ciudadanos están “partidos”, divididos y no pueden ponerse de acuerdo son fácil presa de los que detentan el poder, sobre todo, si éstos son corruptos. ¿Por qué siguen en la política, protegidos por los partidos, quienes han cometido delitos? ¿Por qué pueden los partidos amañar concursos públicos, destrozar el territorio y dañar el medio ambiente? Y sobre todo, ¿por qué siguen haciéndolo? Porque el pueblo está dividido, enfrentado y no consigue disponer de suficiente fuerza para acabar con todo ello. ¿Por qué la coalición de la OTAN, liderada por los gobiernos de Bush, Aznar y Blair, consiguió comenzar la invasión de Irak, cuando cientos de miles de ciudadanos salieron a las calles oponiéndose a esa guerra? Porque sus representantes en los diferentes parlamentos estaban divididos.
            Los actuales partidos políticos ya no sirven para hacer una democracia real. Más bien al contrario, son un lastre y un problema. Si queremos democracia y gobierno para el pueblo tenemos que dejar de lado a los partidos políticos y volver a la democracia directa: que los ciudadanos elijan a los gobernantes directamente y que decidan sobre las decisiones importantes directamente. Y hoy, con el desarrollo de la tecnología telemática, es posible. Disponemos de medios eficaces para que miles todos los ciudadanos puedan votar las leyes y quitarnos de encima a unos representantes políticos que no representan a quienes les votaron. Disponemos de medios eficaces para seguir las acciones de los gobernantes, como por ejemplo, ponerles un localizador GPS y averiguar cuántas horas se pasa trabajando en su oficina y cuántas se las pasa de fiesta en fiesta, inaugurando pantanos o carreteras – como hacía el gallego aquel.

            ¡Ya somos mayorcitos como para seguir necesitando representantes!

Yemen, la otra historia





Un nuevo conflicto armado sacude el Oriente Medio. Yemen es el escenario. Enfrentados hay dos bandos, los chíies (los hutíes) y los suníes (el gobierno) y el hecho de que diversas naciones internacionales hayan tomado partido por unos y otros amplia la lucha violenta y encarnizada que está causando la muerte de inocentes civiles.

Aunque los enfrentamientos se están produciendo primordialmente entre los rebeldes hutíes y el gobierno, hay terceros países colaborando con uno y otro bando. La coalición CCG (Consejo de Cooperación del Golfo) está liderada por Arabia Saudí, que ha enviado 100 cazas, cerca de 150.000 soldados y varios buques de guerra. Participan en la alianza Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Kuwait, Bahrain, Jordania y Marruecos. EEUU ha mostrado su apoyo a la coalición liderada por los saudíes. Por otro lado, Irán apoya a los rebeldes hutíes, si bien, no trasciende cómo lo hace: "Los ataques aéreos liderados por Arabia Saudí deben parar inmediatamente y van contra la soberanía de Yemen (...) Haremos todos los esfuerzos para controlar la crisis en Yemen ", ha señalado el ministro de Exteriores de Irán Mohammad Javad Zarif.

Los rebeldes hutíes toman su nombre de Hussein Badreddin al-Houthi, quien en 2004 reavivó una insurgencia estudiantil reclamando más derechos para la población más pobre, aunque murió a manos del gobierno ese mismo año. Los hutíes llevaron a cabo su reciente golpe de estado durante 2014 y 2015, echando al presidente de Yemen de la capital, bajo el liderato de Abdul-Malik al-Houthi. Durante el periodo de las primaveras árabes, los hutíes formaron parte de las protestas contra el gobierno yemení, tomando el poder de varias regiones. La represión del gobierno, aseguran los expertos "convirtieron a un movimiento estudiantil en un grupo insurgente". En septiembre de 2014, tomaron partes de la capital en su nueva insurgencia, y, en enero de este año, tomaron la residencia del presidente, obligándolo a salir de la capital. Actualmente, controlan el este del país y se vive una verdadera guerra civil.

Para comprender –aunque no justificar- la injerencia de tantos países extranjeros debemos conocer la importancia estratégica de Yemen. A pesar de ser el país más pobre de las naciones árabes del Golfo, la importancia de Yemen reside en su situación en el estrecho de Bab Al Mandab, que une el Mar Rojo y el Golfo de Adén, un importante paso comercial. Por lo que la lucha contra el terrorismo de al Qaeda se sospecha que es una excusa para legitimar privilegios comerciales. Si la Coalición Occidental controla Yemen mantendrá el poder sobre el petróleo y la pesca de la zona. Si los hutíes con Irán toman el gobierno de Yemen, habrán dado un paso más en el debilitamiento del poder occidental del Golfo Pérsico y el “Cuerno de África”, factor que favorecería a los intereses comerciales de China. No olvidemos que su presencia militar en la zona está formada por las fragatas "Linyi" y "Weifang" y el buque de apoyo "Weishanhu".

Nuevamente, nos encontramos que los intereses comerciales, la ambición y la avaricia de los gobiernos y las multinacionales –que son los verdaderos amos de los gobiernos-, son la fuente de matanzas y genocidios. Durante los 10 meses de 2011 que duraron las protestas contra Saleh hubo al menos 746 muertos en enfrentamientos entre leales al presidente y fuerzas de seguridad y los opositores. Cientos de personas han muerto en atentados terroristas: el más grave el que mató a 137 personas el 20 marzo de 2015. Las fuentes más fiables hablan de más de 2000 muertos a consecuencia del conflicto armado.
Me duele observar la hipocresía de los políticos occidentales. Declaran luto nacional por la muerte de 150 pasajeros de un avión, causado por un suicida. Incluso el representante de la Casablanca transmite su pésame. En Yemen mueren miles de seres humanos a consecuencia de terroristas, suicidas y ejércitos y no hay condena institucional, ni luto nacional, ni los presidentes transmiten su pésame a los países de los que eran nacionales las víctimas. ¿Valen más las vidas de los españoles, catalanes, alemanes, etc., que las de los yemeníes, sirios, palestinos, ucranianos,…?

Y lo que más me duele es que los gobiernos disfracen su voracidad comercial de lucha antiterrorista. ¿Por qué tanto interés en luchar contra Al Qaeda y sus filiales? ¿Cuál es el propósito real? Demostrado está que no es defender las vidas y los derechos de las personas. Tampoco pienso que sea la defensa de la fe cristiana, ni la protección de las obras de arte –por cierto, tras dar la vuelta a todo el mundo las imágenes de los terroristas destrozando obras de la antigüedad, se demostró que eran apenas unas rústicas copias de yeso-. No es nada de todo esto. Son apenas un lavado de imagen para poder seguir depredando a costa de vidas humanas. En estos conflictos no hay gobiernos buenos y gobiernos malos, todos se mueven por interés.