jueves, 27 de septiembre de 2018

¡CUIDADO QUE VIENEN LAS PSEUDOCIENCIAS!

El País lo aplica contra la Homeopatía

En estos días he tenido noticia de la carta que unas entidades han remitido a la Ministra de Sanidad para que ponga a raya a las pseudociencias. He buscado esa carta, la he leído y he encontrado elementos de manipulación de la opinión pública que considero graves. En primer lugar, están las supuestas pruebas que demuestran que las pseudociencias matan a miles de personas. Primera prueba “científica”: el testimonio de Julián Rodríguez quien perdió un hijo, Mario Rodríguez a causa de acudir a terapias alternativas –en realidad falleció por un cáncer. Resulta que Julián Rodríguez es el fundador de la Asociación para Proteger al Enfermo de Terapias Pseudocientíficas (APETP), casualmente una de las asociaciones que promueve la carta. Esto de citarse a uno mismo para probar lo que uno dice no me parece muy científico.
Segunda prueba de esta carta, un reportaje publicado en El País. Se recogen, incluyendo el caso de Mario Rodríguez, el hijo del primer testimonio citado, sólo cinco testimonios de personas que intentaron curarse el cáncer con terapias alternativas y un testimonio más cuya enfermedad cardiovascular le produjo una invalidez. De aquellos cinco casos, uno de ellos afirma que su homeópata no tuvo nada que ver con el agravamiento de su enfermedad, así que nos quedan sólo cinco casos contando con la prueba número 1. En base a estas pruebas afirman en la carta enviada a la Ministra de Sanidad que “las pseudociencias…Han llevado a la muerte a miles de personas solo en nuestro país, y lo siguen haciendo.”
Desde un punto de vista jurídico, las noticias publicadas en los medios de comunicación no son pruebas válidas en un juicio y sólo con estos medios de prueba no puede condenarse a nadie. Pero esta carta está firmada por más de mil científicos. Al estar respaldada por tantas mentes racionales nadie dudaría de su seriedad. Sin embargo, siento aguar la euforia, por mucho que mil científicos afirmen que los manzanos dan peras, los manzanos dan manzanas.
Ahí no queda la cosa, veamos qué fuentes manejan los redactores de la carta. Para informar a la Ministra sobre la Bioeuroemoción le llevan a la nota número 10 que es un enlace de la página web del movimiento escéptico que no es un movimiento médico, sino de carácter filosófico, pero tirando a inquisitorial. Este enlace nos conduce a un dossier que no está firmado por nadie, pero patrocinado por RedUNE, asociación para la prevención de la manipulación sectaria. Curiosamente, otro de los promotores de la carta. ¡Vaya manera de probar los hechos que indican, se citan a ellos mismos! Es que se os ve el plumero, chicos. La manipulación es lo vuestro, como la que produce el aparato de Putin en Rusia, cientos de jóvenes encerrados en una antigua fábrica para publicar trolas sobre lo que ha ocurrido y ocurre en Ucrania y manipular la opinión pública a favor del Kremlin.
Otro elemento manipulador que está explícito en esta carta. Dentro de la categoría de “pseudociencias” –que por otra parte no definen- se incluyen a la homeopatía, la acupuntura y la bioeuroemoción. En otro artículo mío publicado en este periódico el 21 de mayo del 2018, escribí sobre aquellas dos disciplinas médicas. Quien las califica de pseudociencias demuestra una incultura atroz. Quien califica de pseudociencia la bioeuroemoción demuestra no estar al día en las investigaciones de la psique humana que han ido desarrollando eminentes científicos como Carl Gustav Jung, Hans Eysenck, Mircea Eliade, Joseph Campbell, María Ana Ennis, Carlos A. Byington, entre otros, y el desarrollo de la Psicología evolutiva y simbólica. Calificar de pseudociencias a estas disciplinas médicas es tan retrógrado como seguir afirmando que la Tierra es plana. Lo peor del caso es que no ofrecen ningún argumento científico que demuestre la no entidad científica de estas disciplinas. Tan sólo usan la desacreditación, como la usan los dictadores y los fascistas para librarse de sus opositores.
Y mi último argumento para alertarles sobre la maliciosa intención que esconde esta carta es la siguiente. Aquellos cinco casos que les reseñaba al principio son de personas que acuden a otras terapias o curanderos para tratarse un tumor o una enfermedad grave. La pregunta que tenemos que hacernos todos, médicos y no médicos, curanderos y licenciados, ministros y ministras, es: ¿por qué? ¿Por qué acuden a alternativas teniendo a su disposición hospitales “serios y responsables” y médicos “científicos” de probada solvencia? Porque cada vez hay más personas que ya no creen en la medicina oficial o alopática, porque hay miles de casos en los que la quimioterapia no ha funci0nado, porque hay miles de casos en los que los médicos no han informado bien, porque hay miles de casos de mala praxis, porque hay miles de casos de medicamentos que no funcionan, porque hay listas de espera en los hospitales que llegan a los 80 y 90 días, porque los médicos de atención primaria ni siquiera te miran cuando te atienden, porque la industria farmacéutica impone a los médicos recetar aun cuando no sea necesario.
Cuando una persona acude al médico aquejada de dolor lumbar, tal vez, porque ha pasado demasiado tiempo sentada delante de un ordenador, se le recta un calmante o analgésico para que el síntoma (el dolor) remita. Pero el uso prolongado de calmantes produce mal de estómago. Para el dolor de estómago se receta otro medicamento que aumenta la tensión arterial y cuando este síntoma aparece se receta otro medicamento que tiene como efectos secundarios el aumento del colesterol. Mi quiropráctico me quitó el dolor lumbar en dos sesiones. Nunca más he necesitado calmantes y el colesterol lo mantengo a raya. ¡También me dirán que la quiropráctica es una pseudociencia!

Francisco Capacete González
Filósofo y abogado

martes, 11 de septiembre de 2018

¿Adónde nos llevan las guerras?


¿Adónde nos llevan las guerras que todavía hay en el mundo? ¿Adónde nos conduce la lucha por el petróleo, los diamantes y las rutas comerciales? ¿Somos conscientes del estado al que nos conduce esta discordia sanguinaria? Si pudiéramos visualizar, aunque fuera por un instante, las graves consecuencias de este mundo en guerra, gritaríamos desconsolados para impedirlo. Actualmente, millones de jóvenes son obligados a matar y a dejarse matar en Siria, República Centroafricana, Sudán del Sur, Yemen, Colombia, Palestina, Israel, Irak, Ucrania, Birmania, Afganistán, Argelia, Chad, Etiopía, Filipinas, India, Nigeria, Pakistán, República del Congo, Rusia, Somalia, Sri Lanka, Tailandia, Turquía, Uganda. El número de refugiados, es decir, de personas civiles que se ven obligadas a dejar sus casas se cuenta por millones y ha superado el número de refugiados de la II Guerra Mundial. La cantidad de muertos también ha superado a los causados en las Grandes Guerras. Parecía imposible, pero lo hemos conseguido y este récord no aparece en el libro Guinness porque nadie se hace responsable de ello. Se han realizado muchos esfuerzos internacionales para disminuir los conflictos armados y no ha sido suficiente. Entonces, debemos preguntarnos qué está fallando. A pesar de estar tratando de solucionar esta grave lacra, la lacra aumenta su tamaño y ferocidad. La solución no está funcionando o, al menos, no a la velocidad que deseamos. Esto significa, inevitablemente, que la guerra se va a ir extendiendo cada vez más. Hasta ahora los centros de poder económico han conseguido ubicar las luchas armadas en países discriminados y pobres para poder comprarlos a bajo precio. Hasta ayer pensaban que siempre iba a ser así, pero se equivocaban, las guerras se acercan cada vez más a los países ricos. De hecho, ya están dentro los núcleos bélicos: los terroristas. Ningún país rico se ha liberado del terrorismo, cuyas causas son las mismas que las de las guerras. Quieren hacernos creer que los actos terroristas son provocados por el fanatismo religioso. Falso. El terrorismo internacional persigue también controlar la economía y las fuentes de poder ¡Ya tenemos la guerra en casa! ¡Ya hay gente que muere despiadadamente! Y esto va a más. Hemos sembrado guerra y lo que recogeremos es guerra.
¿Cuál es el mundo al que nos encaminamos? ¡Míralo directamente si te atreves! Niños huérfanos en las calles, criaturas indefensas pasando hambre todos los días; jóvenes a los que se les quiebra el alma cuando ven que han apretado el gatillo y otro cuerpo se desploma en el polvo, jóvenes convertidos en monstruos de matar; adultos que comercian con los restos humanos, adultos que sobrevuelan los tejados de las casas y dejan caer bombas que aniquilan a sus moradores; hombres y mujeres arrastrando sus miserias clamando con voces desgarradas por un trozo de pan; ancianos que ven horrorizados cómo queman los campos que tanto esfuerzo les llevó cultivar; abuelos que no entienden qué hicieron mal…
Esto es lo que actualmente está sucediendo en todos aquellos países que están en guerra. ¿Queremos que nos pase también a nosotros? Entonces hagamos porque no le suceda a nadie.
Platón enseña que la guerra entre estados se inicia, como todas las cosas, con pequeños actos de discordia entre particulares; cuando la discordia crece y se expande entre los hombres, los estados entran en fase de odio mutuo y se enfrentan con toda su fuerza. Esta es la causa de muchos conflictos entre países, religiones, naciones y minorías étnicas. Sí que podemos hacer cosas para evitar las guerras: eliminar la discordia. Esto sí que está a nuestro alcance. Construir un mundo sin guerras es posible, hay que destruir las armas y usar las herramientas éticas que son los valores humanos. Uno de ellos, el más poderoso, es la concordia, “corazón con corazón”. Vivamos juntando nuestros corazones. No se trata tan solo de llevarse bien, sino de descubrir que los seres humanos siempre marchamos juntos. De cada uno depende marchar destruyendo o construyendo.

Francisco Capacete González
Abogado y filósofo