Cuenta una anécdota que el gran
médico Paracelso se cruzó con la
Muerte camino de Roma, mientras se alejaba de la ciudad de Alejandría, en la
que había estado cuidando a miles de infestados por la peste. Le preguntó
“¿adónde vas?” y la Muerte le contestó que a Alejandría. El médico le recriminó
que visitara la ciudad a la que tantos esfuerzos había dedicado y le arrancó
una promesa, sólo se llevaría 10.000 almas. Pasado un tiempo, Paracelso regresó
a aquella ciudad y en el caminó volvió a cruzarse con la Muerte, quien en su
fatídica bolsa llevaba 40.000 almas. “¡No has cumplido con tu promesa!”, le
increpó el médico. A lo que la Muerte le contestó en su defensa que ella sólo
había matado a diez mil, como le había prometido, los otros treinta mil habían
muerto a causa del miedo.
Esta narración está inspirada en
hechos reales. Anna Von Hopffgarten,
doctora en biología, ha estudiado la influencia del estrés en el sistema
inmunitario y las consecuencias negativas son muchas e importantes. El miedo es
un gran productor de estrés psicológico. Por el contrario, el buen humor y el
optimismo refuerzan la resistencia del cuerpo y protegen de enfermedades a
largo plazo. Una psiquis fuerte hace al cuerpo más resistente frente a agentes
patógenos.
Esta información contrastada debe
ponernos en guardia frente a las corrientes de opinión y manipulaciones
informativas que tienen como objetivo infundir y generar miedo entre la
población. Esto es una grave irresponsabilidad porque el miedo puede ser un
elemento de agravamiento de dolencias que pueden llevar a la muerte, sobre todo,
a personas que ya presentan deficiencias en su sistema de defensas. No debemos
caer en la insolidaridad de ser transmisores de este virus que es el miedo.
Dice la filósofa y profesora Delia Steinberg que “el miedo es una
terrible garra que se cierra sobre los pensamientos, los sentimientos y la
voluntad, restándole al ser humano toda posibilidad de acción inteligente. La
actividad vital se reduce a defenderse, a escapar de todo, a rehuir
responsabilidades…”. Hay que reconocer que todos sentimos miedo. Al futuro, al
pasado, a no ser aceptado, a fracasar, a morir, a vivir, y todos hemos
experimentado lo que señala la profesora Steinberg. Aceptar esta realidad nos
puede ayudar a mantenerlo a raya, impidiendo que nos tiranice.
En cierta medida es bueno sentir
miedo porque nos hace ser cautos y no caer en la temeridad. Por otro lado, un
poco de miedo nos pone en alerta. Cuando
sentimos miedo nuestro cuerpo segrega hormona adrenocorticotropa y epinefrina,
un neutrotransmisor. Ambas sustancias químicas causan la generación de
cortisol, una hormona que aumenta la presión sanguínea y el azúcar en sangre y
suprime el sistema inmunitario. Se trata de aumentar el nivel de energía
disponible en caso de tener que reaccionar ante la amenaza.
Así
que, cuando controlamos el miedo de tal manera que nos genere una sana tensión,
puede ser un aliado, mientras que cuando él nos controla a nosotros se
convierte en un enemigo y nos paraliza.
La
clave parece estar en encontrar el justo medio entre tensión y parálisis.
Cuando lo que vivimos está desconectado de nuestra voluntad el futuro es
totalmente incierto y el miedo puede paralizarnos. Cuando los diferentes
aspectos de nuestra vida están conectados a nuestra voluntad, el futuro es un
camino de desarrollo, en cierta medida incierto, pero con la incertidumbre de
la libertad. ¡Es que no hay otra manera de realizarse que en libertad! ¿Cómo se
cura el miedo a la libertad? Con responsabilidad. Nuestra vida, nuestro futuro,
nuestras obras, son responsabilidad nuestra y de nadie más. Nosotros somos
responsables de nuestros errores y también somos responsables de nuestros
aciertos. Dicen los técnicos en seguridad personal que la seguridad total no
existe y tienen razón. Hay que arriesgarse. Arriesgarse significa que podemos
ganar o perder. Pero como me enseñó mi maestro, ¡acaso una vida en la que no
perdamos ni ganemos nada merece la pena ser vivida!
El
futuro es incierto, nuestras decisiones no. Las circunstancias que nos han
tocado vivir no las hemos elegido nosotros, pero sí que depende de nosotros las
decisiones que tomamos durante esta situación de pandemia. No nos dejemos
llevar por el miedo. Tomemos las decisiones de aplicar medidas de higiene y
prevención y caminemos con la cabeza bien erguida porque así también se yerguen
nuestras defensas.
Francisco
Capacete
Abogado
y filósofo
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