miércoles, 4 de mayo de 2016

Urnas vacías

“Hijo, si algo no sirve tíralo a la basura, ¡pero que no se entere tu madre!”. Tengo la gran fortuna de haber aprendido de mis padres verdaderas lecciones de vida. Ellos no pudieron ir a la escuela porque su infancia transcurrió durante la post-guerra. Sus recuerdos no son de un patio pero sí de Sevilla. No eran aficionados a la lectura de los clásicos ni de los modernos, porque con lo de todos los días ya tenían bastante. Trabajar, cuidar del hogar, cultivar cuatro habas y unos tomates, sacar adelante a la familia, fueron sus libros de lectura obligada en la gran biblioteca de la vida. No sé si aprendieron mucho o poco de la vida, pero lo que aprendieron tenía el brillo refulgente de lo sensato. Y ellos nos inculcaron a todos los hermanos prudencia, honestidad, disciplina y veracidad.
En cierta ocasión en que le mostré a mi padre la pata de una mesa que ya no teníamos y que había encontrado en el trastero, me dijo lo que he escrito al inicio de este artículo. Aprendí muchas cosas de lo que me dijo y sigo aprendiendo cada vez que me paro a reflexionar sobre ello. Por ejemplo, los seres humanos tendemos a ser conservadores o progresistas, unos miran hacia el pasado con nostalgia y no quieren deshacerse de él y otros miran con esperanza hacia el mañana deseando liberarse de los pesos inútiles del ayer. Mi madre, ¡válgame dios!, era conservadora, no quería que tirásemos nada porque, como decía siempre, no se sabe si lo necesitaremos. Y así veíamos con estupefacción como en casa se acumulaban materiales, ropas, enseres, cacharros y abalorios, sin más utilidad que servir de tranquilizante para mi madre.
 A nivel político, ¡válgame el señor!, somos tremendamente conservadores, incluso más que mi bendita madre, porque sabemos a ciencia cierta que los políticos actuales ya no sirven y sin embargo, les votamos y les mantenemos en el poder para tranquilizarnos ante un incierto futuro que no sabemos cómo será. ¿Por qué afirmo tajantemente que los políticos ya no sirven? Los argumentos son muchos y variados. Citaré unos pocos para no cansar a vuecencia. A día de hoy siguen sin solucionarse problemas graves como las listas de espera en los hospitales públicos, la lentitud e inoperancia de la administración de justicia por la falta de medios, la insuficiencia de colegios y universidades para dar cabida a todos los niños y jóvenes que deben/quieren estudiar, le reforma de la ley electoral que es tremendamente injusta, etc. Estos temas los venimos arrastrando desde que comenzamos la democracia en España. Esto significa que los gobernantes y demás políticos no han sido capaces de solucionarlos tras más de 40 años. Si un auditor hiciera un profundo análisis de la situación de la “empresa” en la que estamos todos contratados, nos informaría que los representantes que hemos ido eligiendo para solucionar todos nuestros problemas no son útiles, no sirven. Mas, ahí no acaba la cosa…
Si no teníamos bastante con el triste espectáculo de la corrupción política y la falta de responsabilidad mostrada en los años de la crisis al no haberse rebajado el sueldo, renunciado a dietas y demás prebendas –hay que decir en honor de la verdad que algunos parlamentos y ayuntamientos rebajaron el sueldo un 1% y otros no se aplicaron ninguna subida salarial-, mientras una gran mayoría de ciudadanos debíamos tragar amargo y escupir dulce, ahora se le añade la incapacidad para ponerse de acuerdo y formar gobierno, arrastrando al país a otras elecciones. Las elecciones generan gasto público, es decir, se sufragan en gran parte con los impuesto que pagamos todos. Repetir en estos momentos unas elecciones es una tremenda irresponsabilidad. La UE ha anunciado que va a multar a España por haber sobrepasado y sobrepasar a corto plazo el déficit público máximo fijado. Es verdad que el gasto público, cuando se aplica a inversiones, puede ayudar a rebajar el déficit, pero en nuestro país los responsables de la economía nunca han sabido hacerlo de este modo.
Ante tal coyuntura, ¿qué hacer? Pienso sinceramente que no deberíamos votar a los políticos en las próximas elecciones. Creo necesario aplicar un castigo corrector ejemplar y no acudir a las urnas. Es el único medio que tenemos los ciudadanos para decirles de manera inequívoca que estamos hartos de su inoperancia, de su lentitud de reflejos, de sus favoritismos, de su partidismo ciego y de dejar al ciudadano en la cuneta demasiadas veces –léase afectados talidomida. El voto es un derecho político fundamental. Podemos usarlo como creamos más conveniente. Podemos ejercer una especie de objeción de conciencia y usar de nuestro derecho no acudiendo a depositar papeleta alguna. ¿Qué ocurriría si la abstención alcanzara el 80%? No lo sabemos porque nunca nos hemos encontrado ante tal circunstancia. Lo único que sé es que los políticos se llevarían un buen varapalo, una clara advertencia, un ERE justificado.
Sí, lo que no sirve mejor tirarlo a la basura, sobre todo cuando hasta el reciclaje es inútil. ¡Qué razón tenía mi padre!

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