miércoles, 23 de noviembre de 2011

LA BONDAD

¡Cómo echo de menos encontrar una mirada bondadosa!
En estos tiempos que corren -en realidad el tiempo no corre, somos nosotros quienes nos aceleramos-, cada vez se hace más difícil descubrir cosas profundas y verdaderas. Verdaderas por genuinas y no por posesión de la Verdad. Lo genuino es aquello que mantiene su origen, que refleja su nacimiento, su esencia, lo que está poco alterado. Cómo cuesta hallar personas genuinas, hombres y mujeres que conserven esa bondad natural del niño. Y me pregunto, ¿por qué tenemos que perder las cualidades más luminosas que traemos a la vida desde el principio? ¿Por qué hay que dejar en el camino un reguero de sangre por el asesinato de la inocencia y de la bondad? Es verdad que los niños también son egoístas, crueles, pero lo son a veces. Estos defectos no proceden de lo genuino que hay en el ser humano, sino de la imperfección. De modo que con una educación adecuada podemos potenciar las cualidades morales y mitigar la fuerza de los defectos. Lo que me gustaría que se perdiera por el camino desde la infancia a la edad adulta es la crueldad, el egoísmo, la indiferencia, las envidias, etc. Y lo que me gustaría que se conservara es la bondad, sobre todo, la bondad, para que los seres humanos no nos deseáramos ningún tipo de mal. Hace años, un maestro me enseñó que la mayor pureza es la interior y su ingrediente fundamental es la bondad. Dicen que el Buda dijo que cuando un hombre tarda en elegir hacer el bien, su mente se regodea con el mal. Apresurémonos a elegir el Bien para no darle ninguna oportunidad a nuestra mente de elegir hacer daño, mentir, desearle desgracias a otros, pisar a los demás...

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